lunes, 14 de octubre de 2024

MEMORIAS DEL MONTE

 Memorias del monte 

Emiliano Trujillo Sánchez 



"Entonces los diablos, dejados afuera, echaron a correr, riendo y brincando, pasados de demonios a bufones, y se perdieron entre las ruinas de la ciudad"
Alejo Carpentier
Los pasos perdidos

27 de junio de 2017/ El Martes que vino.
          Todos estos años en abstinencia de drogas ilegales y alcohol…, todo estos años me los he pasado, una que otra vez, soñando que sostengo en mis manos un tabaco y fumo y al hacerlo, inmediatamente caigo en cuenta del depravado festejo que armarán unas caras del pasado. Me conecto con el alivio que sentirán al momento en que su envidia deje de ser un anhelo rabioso de que me caiga, una proyección obsesiva de mi recaída que les hace aterrizar forzosa, dolorosamente en el tiempo y espacio en que se hallen, el mismo tiempo en que, por otro lado, en otro espacio, yo sigo sin fumar marihuana o crack, sin inhalar cocaína, sin beber un trago, pudiendo demostrarlo con la prueba toxicológica de mayor exactitud, la que esté dispuesto a patrocinar quien se atreva a acusarme públicamente de no estar sobrio, de estar mintiendo; no se puede efectuar una demanda por difamación e injuria a la mala lengua de las paredes y ventanas de ningún pueblito, de ninguna cuadra en medio de la gran ciudad, que viene a ser también un pueblo porque eso son los pueblos, una sola calle, las ciudades están hechas de calles a cuyas orillas, en sus casas y apartamentos, viven quienes conocen la vida y obra de todo aquel que habitualmente pasa por ahí, compendios de muchos pueblos, eso son las ciudades; ni en éstas ni en los pueblos puédese demandar a nadie por difamar desde su ventana, su esquina, su vehículo, su plaza, sin pruebas no hay caso y nadie asumiría su difamación, porque eso a nadie le importa, porque cada quien vive su propia vida y allá quien cree que todo el mundo está pendiente de la suya, tal movimiento defensivo parece ser inherente a la mala lengua…,. Me conecto con el alivio que sentirán al momento en que su envidia deje de ser un anhelo rabioso y una desesperanza al caer en cuenta (segundo a segundo) que la realidad se mantiene impertérrita, que lo único que, segundo a segundo, cambia, es el tiempo, cada vez mayor, que llevo sobrio, pudiendo demostrarlo. Por supuesto, me resiento conmigo mismo, me niego a la idea de no poder echar el tiempo hacia atrás, un par de minutos antes de haber decidido hacer contacto con esa dosis. “Bueno… me vuelvo a detener” me digo “ya está”. Mas, a pesar de tal convicción, resiento el festejo que armarán, lo sé. Justo ahí, más de una vez, he despertado y lo he hecho en ésta vida que llevo, aquí, en éste pueblo, en mi rutina. De ésta última vivo quejándome, inmerso en profundos agujeros de gusano en que me despeño en busca de las ideas que pueda poner en práctica (¡acción!), las mismas cuya ganancia no tengo la menor idea de cómo, en qué será invertida. En ésta rutina de miedo al éxito, de encapsularme durante días en la casa a la que odio por sentir que me tiene atrapado, a la que inmediatamente quiero volver luego de cualquier reunión que altere mi horario de llegada, reunión que me habré pasado lleno de culpa, sintiendo que no sufro con ellos …, en ésta miserable rutina, más de una vez, he despertado con la cara y la camisa sudadas por haber soñado que me drogaba, que bebía un trago y pensaba en ésta rutina y, dolorosamente, caía en cuenta de que era un infinito de veces mejor que haberse vuelto a caer. “¡¡¡¡¡Yeah!!!!” he dicho, alzando las manos, como quien cruza primero que los demás una línea de meta, “Sigo siendo yo”. No es conformismo, ¿algo de miedo al éxito?, quizás, ¿genuina gratitud por los años que llevo sin fumar marihuana o crack, sin inhalar cocaína ni beber un trago?, ¿genuina gratitud y una fé ciega en la fuerza sobrenatural, (el amor) desencadenada, justo antes y después de decidir que botaría la última dosis, que lo fue porque la boté, de no haberlo hecho se hubiese tornado en la siguiente…gratitud, fé en el amor que me salvó regalándome ésta rutina en que las recaídas son solo un mal sueño? indiscutiblemente. 
          El miedo al éxito, con frecuencia, me hace creer que todo conocimiento procedente de lo que he leído, el mismo que uso para ensamblar palabras y pretender que soy escritor…, el miedo al éxito me hace creer que todo cuanto pueda decir sobre comedia y drama no puede ser más que un rebusque. No obstante, de vez en cuando logro ensamblar algunos conceptos; la comedia como una burla a las cotidianas fatalidades, la tragedia: un destino, la tragicomedia: el juego sádico de las causas y el azar.
Domingo pasado.
          El atardecer de este Domingo ha transcurrido con una luz espectacular y un silencio misterioso. A donde miro, por donde camino, me parece estar viendo algo nuevo, aunque siempre lo haya visto. A veces da esa sensación de que las cosas más inmediatas han estado siempre ahí para contemplarlas y no lo hemos hecho y al verlas sentimos que regresamos a un espacio que habíamos abandonado aunque siempre hemos estado ahí, como si el mismo espacio fuese el marco de contemplación de muchas dimensiones diferentes.
          Esto sigue siendo un monte, la luz naranja del crepúsculo se cierne sobre todo aquello ...,. Creo que mi nuevo criterio acerca de los espacios que en este y otros tiempos caminamos u observamos sin movernos desde alguna esquina, creo que mi nuevo criterio acerca de que éstos mismos espacios nos observan cual si fuésemos fantasmas que los transitan sin saber dónde estamos, esto (mi criterio) se debe a que hubo tiempos, Domingos, alguno específico, en que caminé bajo la luz de un atardecer dominguero por las carreteras de éste pueblo que sigue siendo un monte; pasadizos de asfalto, rellanos de la escalera de tierra y gamelote que a partir de la otra orilla continúa el ascenso. Curvas, puntos de fuga para el caminante que visualizase algún tramo recto cuyo final fuese la curva apretujada entre el poderoso montículo de tierra casi siempre cubierto de árnicas que tapa lo que pudiese haber más adelante y las lejanas montañas que se vislumbran a la orilla del barranco. En otro tiempo anduve inmerso en la luz de un atardecer como el que hoy me lo recuerda y sé que no era yo, aquí y ahora no soy yo aquel que caminaba soñando con el tesoro que hallaría, papeles en mano. Era otro fantasma, muy parecido al que hoy contempló estos caminos verdes, este monte bajo su crepúsculo naranja y su cielo plateado, sin una sola nube, con algunas estrellas brillando más de lo habitual, haciendo parecer que hay agua en el gélido aire. Hoy el camino vió a otro fantasma, igualito, mas, irremediablemente otro. Soy yo, recordando las miles de dimensiones que tanto se parecen a ésta.
          Al no haber nubes, como he dicho anteriormente, tórnase gélido el viento y parece haber en éste un dulce océano invisible que realza la profusión de las luces artificiales, aquellas que alumbran el paso de los vehículos, bajo los faroles encendidos por foto sensibilidad que se manifiestan en la circunferencia amarilla al pié de cada poste, (los que si funcionan), en las ventanas de los apartamentos, muchas de éstas, ya titilando con la radiación de los televisores que a cada quien mantiene cautivo de su refugio . Ya es de noche. Un poderoso reflector alumbra, casi en su totalidad, la plaza Bolívar. Delante de ésta última pasan los autobuses que vienen de Caracas. De uno de éstos baja y cruza la calle una mujer pequeñita, de finas facciones e indiscutibles señales de hippie; su vestimenta holgada, los tatuajes que asoman bajo sus mangas, sus sandalias…, entra al establecimiento en cuya entrada me he detenido a ver si algún conocido, sin hacer alarde de ello, me regala un cigarrillo (es difícil cuando se tiene la costumbre de no pedirle a desconocidos, los conocidos, algunas veces, tardan mucho o no aparecen…), luego de, fugazmente, verme, entra tan rápido como sale para cruzar la calle con dirección a la línea de taxis.
          Mi adicción al tabaco me ha distraído, la mujer ya no está en la parada. Me percato de ello al cruzar la calle e ir, con dirección a la misma parada que se encuentra en mi camino hacia el cyber…, donde le preguntaré al encargado si puede rescatarme con un cigarro. “Lo hará”, me voy diciendo, “es muy noble…¡Ja!”. Un poco más adelante, frente a un establecimiento que vende empanadas y una guardería, frente a esos dos establecimientos hay una parada de autobuses. Ahí está la mujer pequeñita, echando humo, sola. Inmediatamente me preocupa que crea que la estoy siguiendo, ya vió por encima del hombro y es perfectamente posible que le preocupe el haberme visto abajo y el verme ahora, subiendo. Su indumentaria, su estilo hippie, no asoma implicaciones de que se halle desubicada en la vida; trátase de una señora desestresándose luego de su jornada en la capital . Por tal motivo, sigo de largo, sin verla. El cyber está cerrado y me sigue preocupando que la señora piense lo que no es; me chupo los dientes, hago un gesto con mis manos, dando a entender que mi objetivo, aquel que no alcancé y por ello me frustro, era el ciber y emprendo el retorno que, inevitablemente, me hará pasar frente a ella o por detrás de la parada en que se halla, sola, echando humo. Sucede entonces que se me ocurre pedirle un cigarrillo.
-          Hola – ella sonríe, cordial, mientras me le acerco, saludando - …chica… ¿tú crees que me puedas rescatar con un cigarrillo de los tuyos?, discúlpame el abuso – 
-          Ehhh…, ¿cigarrillo?... – me preguntó, aún sonreída – Bueno…este…si quieres te doy para que le des un jalón- esto último lo dijo extendiéndome el porro que tenía en su mano – no uso cigarrillo -.
            Agradecí su envidiable invitación diciéndole que no fumo ganjha. Reflexioné acerca de la tragedia que para mi ego hubiese representado el haber sido de los que solo aguantan el deseo de fumar, sufren por ello y ante tal destino, el de arribar justo a donde una bella mujer extiende su mano con un porro en ésta, ante tan fatal manifestación del destino, porque únicamente eso puede ser, hay que haber nacido para llegar ahí…, reflexioné acerca de la tragedia que para mi ego, en permanente guerrilla contra quienes así lo hubiesen querido, representaría el aceptar su invitación y reiterando mi agradecimiento me despedí, seguí caminando. Posteriormente reflexioné acerca de la tragedia que para las caras del pasado representaría ésta historia tal y como la narro, en cómo, para quien fuese a ver una película con semejante libreto, serían, esas mismas caras estreñidas, motivo de la risa generada por una tragicomedia, una tragedia, una comedia, una epopeya, también: otra épica batalla derivada en la victoria del bien sobre el mal. Todo esto a orillas del pavimento, en la vía pública, lejos de los lóbregos rincones y la maldad que los habita; solo gente buena invisibilizada por su falta de atención a cualquier ociosa, frustrada vigilancia.
           Desde entonces (hace algunas horas), me he preguntado si no hubiese debido quedarme hablando con ella, preguntar, al menos su nombre, “Qué imbécil, qué cobarde…siempre tú”. Obviamente, puesto que, minutos antes, en la parada de taxis la vi hablando por su teléfono celular, obviamente esperaba a que vinieran a buscarla. Estoy un tanto afligido por ello.
Escribiré algunas líneas que relaten el agradable encuentro con mi pequeña amiga y el monte que sigue siendo éste pueblo lleno de chismes, malas intenciones y un par de buenas historias de sonrisas femeninas y hombres embrujados, descargando la nota.
12:30 ya es 26 de Junio  
Todo el asunto concluyó en que la mariguanera esa creyera que éste relato era alguna clase de carta de amor. Cosa ésta última que, presumo, le refirió a quien, después del altercado, supe que era (es) su hermano. Se dedicaba a señalarme con el dedo y reírse desde el vehículo en que viéndole pasar le ofrecí con la mano una seña grosera. Mas, no pasó de que se defecara encima. Y a propósito de la hermana, de poder hacerlo le diría que éste relato no es más que mi festejo por haber rechazado la droga que me ofreció.
"Ahí te secas" le diría 
2024

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