Macro revolución en Micro (2009)
Contra picao (2013)
Soy un vago (2023)
Macro revolución en Micro (2009)
Contra picao (2013)
Soy un vago (2023)
Sinopsis inconclusa
Emiliano Trujillo Sánchez
A finales de 2008 mi ex pareja y yo deliberábamos a propósito del guión cinematográfico que fuese más apropiado, rentable, patentar. Un par de sinopsis había desarrollado y consultándolo con ella fuí objeto de sus increpaciones a causa de lo inconclusa que se hallaba una de mis propuestas. "¿Vas a patentar una historia sin final?" Ante tal embestida de sensatez hube de aceptar que para una de ambas ficciones no tenía, ¡sigo sin tener un final!. No obstante ésto, quisiera compartirla, tal y como la escribí 13 años ha.
( Quiero ahora escribirlo todo, y si no me proporcionase yo a mí mismo ésta ocupación, me moriría de tristeza. Todas éstas pretéritas impresiones me ponen a veces en trance de pasión de tortura. Bajo los puntos de la pluma adoptarán un carácter más tranquilizador, más sereno; se harán menos semejantes a un delirio, a una pesadilla...El sólo mecanismo de la pluma es ya beneficioso: calma, enfría, despierta en mí los antigüos hábitos del literato, convierte mis evocaciones y ensueños dolorosos en un trabajo, en una ocupación...(Cap. II)
...
¡Claro, no tengo pruebas! Me hacen falta documentos que no poseo...(Cap. XIII)
F. Dostoyevski
Humillados y ofendidos
...hacía tiempo que nos hostigaban. Yo había perdido mi teléfono, de modo que era M*** quien recibía el alud de llamadas y mensajes de texto. Es posible que no habiendo perdido - lo vendí - mi teléfono celular, posiblemente, ni aún así hubiese sido yo el hostigado; era ella quien les representaba una amenaza; nos conocimos y al poco tiempo, ora porque “fué amor a primera vista”, ora debido a cierta prosperidad que yo, entonces, proyectaba, misma que la hizo convivir conmigo el tiempo suficiente como para, fatalmente, verse involucrada en todo lo que, sin que lo viéramos venir, avecinábase; nos conocimos y al poco tiempo “todo se puso intenso”, empecé a pasar mucho tiempo con ella en la casa donde, entonces, vivía; les desesperaba no tener acceso a aquel espacio ¡y cómo llamaban...hostigaban!. Así fué que sucedió..., una llamada entrante a altas horas de la noche, por indignada sugerencia mía, no fué respondida y se trocó en un mensaje de voz que M*** me dió a escuchar: “M*** tráemelo... ¡devuélvemelo!” decía la voz de mi madre haciendo que se me revolviera el estómago por la brutal indignación de que se refirieran a mí como una propiedad en disputa.
Mi madre llamaba presionada por el viejo, quien, a su vez, era presionado por diversos factores. Mi abuela, en primer lugar, consideraba nuestra relación una inmoralidad insultante, por otra parte a mis padres les fué asignado un apartamento en una de los conjuntos residenciales construídos por la misión vivienda, en Caracas. A propósito de esto último, he de aclarar que la humillación, el calificativo de intrusos, nunca, desde mi infancia, nunca fué algo de lo que me viera exento. Mi abuela se quejaba y lo único de lo que yo, en la infancia, no participaba, era en lo que parecía ser una contienda únicamente librada por mis padres, quienes, como a una diosa pagana, rendían a mi abuela, cada uno, el chisme que al otro pudiese dejar mal. Posteriormente descubrieron que “un muchacho trastornado” era el depositario perfecto, la mejor pantalla en que podía proyectarse todo lo que pudiera llamar la atención de “su ilustre severidad”
Es un hecho que victimizarse consta de dos polaridades: hay quien se siente víctima y se hace daño; se autodegrada contando con el sentimiento de culpa que tiene la ilusión de proyectar en quienes, precisamente por rechazarle, evitarle...también le obsesionan; proyecta una decadencia para la que ya tiene señalados “unos culpables” cuyo deber - así se lo figura - es aceptar su culpa. Es la polaridad más patética. Le viene en saga la victimización de quien se vale de ésta última para justificar su constante, victimaria iniciativa, ¡su maldad!. Dado que mi actitud de víctima, desde muy temprano, consistió en la primera de las dos anteriores - quería lucir desesperado, atrapado por la droga - para mis padres no resultó difícil hallarle a ésto la mayor utilidad. Me volví, de forma voluntaria, un miembro que, para mi familia, ni tan buena ni tan mala, ¡normal!..., me volví para ellos un miembro que debía ser amputado... incluso lo acepté. Creo que los especialistas deberían empezar a manejar el concepto de una autodegradación que podría, más tarde, no ser otra cosa que un bochornoso, subterráneo recuerdo - ante el título Memorias del subsuelo, con honestidad, esperaba una sordidez sensacionalista en la narración que al título venía en saga; tratóse, más bien, de un hombre tan incapaz de manejar el rechazo de unos conocidos que se dedicó a seguirles al establecimiento donde les arruinó la velada. Más tarde humilló a una prostituta, mas, aquello fué un reflejo, una proyección externa de lo que internamente se había hecho a sí mismo, había sido ultrajado por una suerte de sombra que desde su pensamiento, su propio sentir, pensó que un rechazo externo debía significar su propia inexistencia o lo inaceptable, asqueroso, irritante de ésta. Tratábase de un retrato del subsuelo psicológico que puede ser tan profundo y aterrador como el más lóbrego rincón de nuestra ciudad... - y quien de tal memoria se hallara embestido no podrá explicarse qué aberradas maromas hacía, entonces, su química cerebral. Deberían, los especialistas, en numerosos casos, cuidarse de la expresión: “Cuadro irreversible”. Asimismo habrá quien no tenga ni la más mínima idea de por qué hizo algo que, le guste o no, es groseramente ilegal, ¡fuera de todo contexto razonable!. Hay, también, quien recuerda en detalle las cosas que ha hecho, ¡lo dice, incluso!, mas, confunde conciencia con memoria.
Me hallo plenamente consciente de la “vergüenza ajena” que mi patética actitud desencadenó y sigue desencadenando en mi entorno, mas, la vergüenza nunca es ajena. Quien se avergüenza de lo que ve hacer al otro, en numerosos casos, digo - a nadie pretendo hacer creer que manejo alguna “verdad absoluta” - identifica en éste su propia vergüenza. Posteriormente, dado el sufrimiento que “la vergüenza ajena” le causa, pretende ser la adolorida víctima cuyo impulso destructor del origen - el otro - de su dolor, siente, con sosiego, justificado. Es mi teoría referente al odio que veo dirigirse hacia mí, tanto a donde yo mismo voy como a donde van a buscarme. Conforme más desprecio se me manifiesta, harto más seguro se estará de no compartir mi vergüenza, la cual, dicho sea de paso, ha de ser aterradora en más de un espejo que no es el mío; espejos donde, puede ser - hay que cuidarse, no siempre calificar de irreversible toda inconsciencia- puede ser que se vea con vergüenza la misma cara que se ha proyectado en palabras, acciones vergonzosas de las que no pienso ser víctima; cada quien lo será de su propio espejo, ¡lo siento!.
Por las dictaduras que vivió, los atropellos..., mi abuela es cruel, prejuiciosa, siente pánico al “qué dirán”, a “lo mal visto”. Tan mal como sabía que otros la verían, así de mala consideró la relación que M*** y yo teníamos y sintiéndose víctima de una inmoralidad que, por miedo a ser asociada (mal vista e irremisiblemente comentada) con ella, se apresuró a condenar. Sentenció que mis padres, por ser responsables de mi existencia, eran también responsables de la inmoralidad que “esa mujer” y yo estábamos cometiendo. Por ello, así como, años atrás, les asignó la ineludible tarea de encerrar su error, en este caso - consciente del obstáculo que M*** representaba para mi inmediata reclusión - instruyó que se mudaran al apartamento que el gobierno les había asignado.
No querían irse; no habían querido irse unos meses después de instalarse, como pareja, en la casa; tanto menos querrían hacerlo veintitrés años después. Aquel apartamento había sido un giro inesperado, como la jornada que el desocupado espera no encontrar cuando sale a buscarla. Habían asistido a la ceremonia de entrega de las llaves, habían trasladado nevera, cocina, etc, mas, no habitaban, no formaban parte de la comunidad. Tan solo mi padre, como si de una casa de verano se tratara, pasaba en esta los fines de semana. Es lo cierto que creían ser mis víctimas, creyéndome el causante de que no pudieran estar tranquilos en la casa que no era suya, sintieron justificada la vehemencia con que hostigaban a M***.
Volviendo a la noche de la llamada telefónica y el mensaje de voz que tanta impotencia me hizo sentir. Volviendo a ésto, pasemos a lo sucedido unas horas después, casa de mi abuela.
Había salido temprano acordando con M*** vernos ahí luego de que ella hiciera unas diligencias. Mi padre, cuando llegué, estaba sólo, al final del corredor que, desde la puerta de entrada, comprende recibo y comedor, con las puertas de las tres habitaciones alineadas al costado derecho de este espacio en que reciben a la vista un sofá, unos sillones, a continuación una biblioteca de anchas repisas de cristal haciendo las veces de tabique delimitante de recibo y comedor, la mesa rectangular circundada por seis sillas, a un costado de ésta, la ventana y la puerta, ésta última siempre cerrada que comunica con el patio lateral externo..., al otro costado del comedor un zayd boh pegado a la pared que separa la segunda de la tercera habitación. Al fondo de este corredor, cerca de la tercera puerta, estaba mi padre quien luego de verme de reojo clavó la mirada en el piso abismado en las maquinaciones que debían incluir su satisfacción “porque hubiese mordido el anzuelo”, porque hubiese salido de aquel sitio al que tanta impotencia les generaba no tener acceso. Mis gritos no se hicieron esperar, tampoco los suyos negando saber de qué le hablaba, afirmando que eso era “un delirio”, disfrutando a plenitud aquella oportunidad...,. Sucedió entonces que M*** apareciera y congelada en el umbral vió cómo mi padre clavaba su mirada llena de odio en ella en tanto yo la veía por encima del hombro. Su aparición hizo que mi padre olvidara el guión, el programa que, para sus fines, debía seguir. Empezó a increparla desde donde estaba “por ser la causante de todo esto”. Ignoro en qué momento me distraje, mas, él avanzó hacia ella increpándola y alzó de pronto ambas manos, ante lo cual, impelido por una fuerza inexplicable, de un salto me coloqué entre ambos.
• ¿Qué pensabas hacer? - le pregunté con una expresión entre desconcertada y asqueado por lo que, fugazmente, había podido discernir.
El viejo, caminando de espaldas, hacia la puerta, nos veía fijamente, abismado en la contemplación de lo que había sido un lapso en su juicio, en lo que podía ser la abominable referencia en cuya contemplación se abismaba. Pensando, pensando..., llegó a la calle.
• ¡No vas a hacerle nada a tu mamá! - exclamó a voz en cuello, de modo que cualquiera pudiese oírlo
Siendo el caso que por poco se repite lo que cierta escritora, luego de que yo se lo refiriera, tituló: El cuento premiado. Fueron, mis padres, directamente a la policía y me denunciaron - mi madre tuvo que dar fé de tal acusación - me denunciaron “por haber llegado a la casa con un palo diciendo que mataría a mi madre”. Más tarde, aquel mismo día, M*** recibiría una llamada en la que mi madre le notificaba que “ya no les importaba que estuviese ella de por medio...que la policía tenía órdenes de aprehenderme”. Tal notificación a M*** le pareció tan absurda como patético le pareció mi desvanecimiento ante lo que se apresuró a explicarme: “Cuando alguien te denuncia” empezó a decir conteniendo una risa nerviosa que más tarde se volvió llanto por verse atrapada en la trama de tan horrenda patología familiar, “Cuando alguien te denuncia debe llegarte una citación. Tú vas, va quien te denuncia y se oyen ambas partes. Nadie va, denuncia y con la denuncia dictamina la culpabilidad del denunciado que inmediatamente pasa a tener boleta de captura, ¡eso es absurdo!, ¡es facismo!, ¡es violación de derechos humanos!, no te ven como a un ser humano, eres una presa, te están cazando...¡carajo!”.
Al decir que El cuento premiado por poco se re edita, lo digo puesto que Matías, ya desde hacía tiempo embelesado por ella, por su presencia, hizo el sacrificio de hospedarme en su casa el tiempo que hizo falta para que mis padres comenzaran a inquietarse, a volver del nuevo - más prolongado - lapso que había tenido su juicio y a reflexionar acerca de una denuncia por difamación e injuria que si no me empujaba a realizar, ella misma lo haría. Presumo que, sin decirme nada, se los advirtió o alguien más lo hizo, les dijo lo que ella podía empujarme a hacer o hacerlo por su propia cuenta, en función de su propio desagravio.
En efecto, devolvieron las facturas de los recaudos que M*** ya había cancelado en el Servicio Autónomo de Propiedad para la obtención del copyright de mi libreto, ya que estas facturas, la carpeta en que se hallaban, la habíamos olvidado en la casa el mismo día del “suceso histórico”, mismas que le negaron la noche que fué a discutir los términos de “la entrega”. En arrogante actitud, en medio del lapso que su juicio sufría, la recibieron con una suerte de regaño por haber querido impedir lo inevitable
• ¡Cuidao con ésta! - exclamó mi padre - ¡Cuidao con ésta, es delatora! - Dicho ésto caminó hasta la cocina repitiendo, degustando lo que acababa de decir
Mi madre, por otro lado, con el mentón alzado y los ojos entornados, cual si viese todo desde otra altura, le dijo, cuando se las pidió, que no devolverían las facturas
• Cuando él haga su tratamiento - dijo sacará registros, hará películas... ahorita no está para eso, así como no estaba para tí, mira toda la crisis psicótica que le desencadenaste; las relaciones, para él son detonantes de crisis, está enfermo y... - en este punto alzó la voz ya que mi abuela en su habitación escuchaba todo - así tengamos que alquilar una habitación en tanto resolvemos todo ésto, lo haremos. No voy a abandonarlo ... -
• ¡Y que me lo ibas a impedir! - agregó mi padre - ¡pués ahí tenemos la cuerda para amarrarlo! -
Nuevamente dió media vuelta y regresó a la cocina rumiando, extasiado, lo que acababa de decir. Finalizó con la barbaridad siguiente:
• ¡Anda por ahí con esos papeles, creyéndose una gran vaina, quiere discutir con todo el mundo... nadie lo quiere! -
• ¡Yo si lo quiero! - le atajó M*** con los ojos desbordantes de lágrimas. Esto último a mi padre hizo enarcar las cejas; no lo vió venir.
• ¡Yo lo sé, hija! - empezó a balbucear - por eso necesitamos que nos ayudes... él necesita su tratamiento, ayúdanos a ayudarlo... yo sé que tú lo quieres - concluyó esbozando una falsa sonrisa y tanto ha de haberle costado que le tembló un párpado.
Como ya he dicho, al final de aquella jornada de ilegal persecución, lo primero que hicieron fué devolver las facturas que habían retenido. Lo siguiente que hicieron lo que han estado haciendo...: guardar silencio a la espera de que les mencione algo de esto para decir que se trata de un delirio; ellos viven con eso. Y te aseguro que si les preguntas cómo lo hacen la explicación tendrá bastante sentido.
Lógicamente, yo también explico mi condición de “mantenido...indemnizado por mis enemigos”. Me lo explico a mí mismo y tras minuciosas reflexiones...)
2008
No pocas han sido las personas a quienes he dado a conocer ésta materialización de un mundo bizarro, completamente adverso a la realidad y, sin importar mi aseveración de ésto último, no pocas han sido las personas escandalizadas ante la contemplación de posibilidades tales como que fuese, mi sinopsis inconclusa, un documento difamatorio para mi familia...,. Nada más lejos de representar, para mí, alguna clase de riesgo; pregúntele, quienquiera que usted sea, pregúntele a cualquiera de mis ex compañeras, pregúntele si no son amigas de mis padres, de mi familia y numerosas personalidades de la comunidad en general. Pregúntele si no es a mí, de hecho, a quien no desean ver, cito: "¡Ni en pintura!"
Emiliano Trujillo Sánchez
San Antonio de Los Altos
2021
El patio del manicomio
Emiliano Trujillo Sánchez
A la memoria de Yender Pirela Castillo
¿Qué otra cosa puedo hacer?
Si no olvido, moriré
Y otro crimen quedará
Sin resolver"
Ceratti
Así es la puta vida
En éste mundo cabrón
Aparece algún macarra
Y todo se acabó"
La polla record
"... rasgó el aire un alarido horrible y le vimos abrir los brazos y desaparecer sorbido por los tiburones...la Niña... abría y cerraba velozmente una de sus manos en cuya palma ví lucir varias monedas de oro...y doblándose sobre la borda las arrojó lo más lejos que pudo. En seguida volvióse a mí con gentil escorzo de todo el busto
- ¡Ya tiene para el flete de Caronte!...-."
Valle Inclán
Sonata de Estío
I
"No quiero problemas, yo me voy pa la casa" dijo el maracucho de catorce años al ser abordado por el grupo de adolescentes que según testigos y una cámara de circuito cerrado ya estaban al acecho, furtivamente posicionados en torno al punto donde aparecieron el jovencito y otra joven de unos diez y siete años a quien el circuito cerrado y los posteriores testigos identificaron como quien, minutos antes había estado ahí en compañía de los mismos adolescentes de su edad con los que fué vista, captada en video, concertando algo...,. "Estaba enamorado" declararon posteriormente la madre del adolescente y su abuela, siendo ésta última quien estuviese en casa al momento en que la voz de la joven irrumpió en ésta pronunciando a gritos el nombre del muchacho quien, presuntamente enamorado, salió al porche prácticamente de un salto. Lo siguiente que la voz, de nuevo irrumpiendo en toda la casa, solicitó al adolescente fué que saliera, que tenían que hablar una cuestión "Eso es aquí mismo, abuela. Tranquila" dijo el muchacho puesto que su abuela de inmediato le dijo cuán tarde era. No queriendo ser grosero ni dejarse abochornar, profundamente urgido por abordar su mundo de ensueño, salió corriendo, por última vez, de su casa.
La razón aún se ignora. Es lo cierto que fué embestido por los jóvenes con quienes, minutos antes, la muchacha se había concertado. Salieron de donde fueron vistos al emboscarse, salieron como lobos cuya manada rodea una presa. "No quiero problemas, yo me voy pa la casa...". De un empellón le arrojaron contra la acera. Después de algunas patadas, algunos golpes más, uno de ellos le aplicó una llave que ha de haberle sofocado lo suficiente como para que resulte prácticamente inexplicable el acopio de fuerzas que, para volver a la casa, hubo de hacer; llevaba el cráneo abierto por los golpes y el impacto con la acera y además le habían sofocado lo suficiente...
Llegó a la casa, al porche donde se dejó caer en un sillón. No queriendo ser visto, que se le viera la desilusión, misma que debió dolerle más que los golpes, sintiéndose avergonzado con la casa y quienes en ésta jamás le hubiesen hecho daño, sintiendo agraviada la casa y al resto de sus habitantes, se dejó caer en el sillón donde, presumiblemente, quiso que aquello se le pasara antes de franquear el umbral. Por jamás haber sido estrangulado de esa forma desconocía el efecto desvanecedor de la falta de oxígeno. Se hallaba en medio de un inusual, por demás, desagradable trance. Sentíase desvanecer en tanto los dolores del impacto contra la acera y los punta pié se incrementaban; sentía que tales dolores se lo llevaban. Temeroso de ello, queriendo vivir, despertar al día siguiente avergonzado de sí mismo porque le hubiese tocado a él, por no ser grande y fuerte, por ser él mismo , de quien se hubiese avergonzado. Por sufrir en silencio una desilusión que le pusiese de un humor sombrío, que, por el odio injustificado, el sadismo practicado en él, le deprimiese, quizá, y le dejase abstraído, viendo cualquier cosa en tanto pensara cómo justificar eso de no querer salir de casa . Queriendo tener la esperanza de que el corazón roto de alguna manera sanaría. Queriendo éstas y tantas otras cosas, ¡queriendo vivir!, ahí quedó.
...
29/12/22; fué asesinado el 25 de Diciembre, solo cuatro días antes de que un servidor fuese puesto al corriente de lo sucedido.
II
"La verdad es que, como en las demás cosas, en ésta hay que mirar el tiempo y el modo y con quién se habla, porque a veces sucede que, creyendo alguna mujer o algún hombre, con alguna fracesilla aguda, hacer sonrojar a otro, no habiendo bien medido sus fuerzas con las de quien sea, aquel rubor que sobre otro ha querido arrojar, contra sí mismo lo ha sentido volverse"
GIOVANNI BOCCACCIO
Cuentos del Decamerón
Aunque inevitablemente al verse uno rechazado por una mujer, dado que la tal, con miras a hacerse notar, no perderá un sólo segundo en hacer uso de la fallida pretensión, ridiculizarla, calificarla como el irrespeto, la locura de un loco que debería estar en un manicomio - suele pasar -, el delito de un delincuente que debería estar preso, la ilusión de "un iluso que tamaño lujo no puede darse", etc..., inevitablemente desea uno ligar de inmediato con alguien más. Ello no obstante, hace falta disciplina en el ejercicio de la tolerancia, el procesamiento de la frustración; no pocos "ilusos", "locos", "delincuentes", etc se dejan caer en un profundo trance de presunciones tales como que son muy feos, están muy locos, les tienen un trabajo montado y numerosas monsergas por el estilo; "Estás salao, tal y como te quieren ver. Te quieren ver sólo, tal y como estás. Quieren poder decir que estás quebrado, sin tabaco y lo estás. Quebrado no hay tabaco ni amigos ni citas. Estás tal y como te quieren ver para decirte, con la sonrisa prensada, cómo te ves, para comentarlo en sus mal habladas tertulias. Tienes que activar una contra, romper el maleficio; necesitas algo, a alguien que les dibuje una expresión desconcertada cuando la vean contigo, cuando te vean en posesión de alguna cosa que valga mucho. Tienes que vengarte. Que la satisfacción pase a ser tuya y el dolor sea de ellos, por tu satisfacción. Tienes que hacerlo, mas, no lo has hecho. La satisfacción, hoy, será de ellos, otra vez. A donde vayas, hoy, te estarán esperando...", tal es el caótico pensamiento de quienes no leen y, quizá, seguramente, se drogan. Simplemente se trata de una, dos... diez o más personalidades que anhelan proyectarse y dada su pusilanimidad, lo frustradas, iracundas que, por alguna razón desconocida, se hallan, sabiendo que no habrá una mejor oportunidad, una mayor hazaña, prenderán la mecha cuyo extremo opuesto se halla pegado a un barril de pólvora; querrán volar en pedazos el mundo, la vida de algún escritor de cartas de amor. Conocí a uno en el manicomio donde solían encerrarme por las drogas que me negaba a dejar de consumir; en 1978 su mamá recibió, de otra señora, la queja de que su hijo le había dicho, en una epístola, cuánto la amaba; supe ésto en el año 2004, aún estaba allá y suponiendo, en favor de la madre, incluso de la otra señora, suponiendo que estuviese loco, aún así, todo empezó por la amenaza de una mujer a otra de sacar a la luz algo que podía ser "mal visto". Tomemos en cuenta que se trataba de personas nacidas a principios del siglo XX, mas, dados los datos, por medio de la presente, aportados, puede presumirse que ningún comportamiento retrogrado pertenece a una época lejana; camina atraves de la historia en sus aspectos más vulgares.
No escribo ni ruedo producciones audiovisuales contra la droga con miras a tapar un pasado, incluso un presente que pudiese no resultar encomiable. Lo hago para comprometerme con la sobriedad que es la magnánima prueba de cuánto vale mi trabajo. Por otra parte, me confieso vicioso de hacer públicas demostraciones de vida propia, una vida que no alberga en su memoria episodios de homicidio, violación etc. Camino por las calles sin temor a que me pidan la cédula; sin temor a no tener, a haber perdido la razón.
Aunque quizá, señora, tenga usted razón y para que un mensaje le llegue no hay otra explicación: LOCURA; hay que estar loco para sentirse constantemente atraído por sociópatas. Ya superé a la droga, el alcohol, a la mala maña de empezar un libro y no terminar de leerlo. Mas, debo trabajar en ese loco aspecto que sigue haciendo famosas a ... ¿Quiénes? ¿Quién es usted, señora?
Aunado a todo lo, más arriba, referido, están los viejos, ávidos de la juventud que al serles imposible recuperar desean vivir atraves de hombres jóvenes que les pongan al corriente de chismes irreproducibles a no ser que se trate de un hombre viejo, frustrado que automáticamente repetirá las irreproducibles palabras de un hombre joven que comparte su aversión, su frustración ante cualquier señal de vida propia, felicidad y, por ende, hace cuanto en su poder esté para destruirla, borrarla de la expresión de alguna mujer, algún hombre a quien el nombre de esa mujer pueda doler . A éstos viejitos y no pocos muchachos, una, cualquier señora que desea destruir a un hombre, le viene como anillo al dedo. Tratándose de gente mayor, entre ellos se entienden; nada satisface más a un viejo envidioso de la juventud de un hombre que una mujer cuyas intenciones abarcan un espectro tan amplio que resultaría tedioso referir todas o unas pocas, le expresa su aversión por "algún loquito". Siendo el caso (el axioma) que finalmente no se sabe quién le paga prote a quien. Suele darse entre maridos y esposas tal dinámica, mas, igualmente amplio resulta el espectro que abarca su iniciativa (la de ambos) de abordar el tema de vidas personales ajenas. Terreno (sus personales, privados motivos; lo que intentan insinuarse o negarse entre sí), por demás, peligroso...,. Es lo cierto que apartando la guerra y las enfermedades no hay peor infierno que el de vivir en la vulgaridad. Cualquiera termina loco; en una cárcel, un manicomio, en el cementerio por una mala muerte a la que se precipitó como un autómata que no leía y, quizá, seguramente se drogaba.
Hay guerra y pestes en el mundo. Vale la pena respirar todas las veces que hagan falta antes de precipitarse a un escenario, a una escena vulgar sencillamente por haber sido invitado y no haber creído que valía la pena respirar todas las veces que hubiesen hecho falta
III
"Yo he de escribirle a usted muchas cartas todavía...¡Si ahora es cuando empiezo a tener estilo!...Pero ¿qué hablo de estilo? yo le escribo a usted al tuntún, sin saber lo que escribo, porque no lo sé, no señor, yo no repaso lo que escribo, ni lo enmiendo, ni nada. ¡Yo escribo únicamente por escribir, por escribir cada vez más!."
F. Dostoyevski
Pobres gentes
¿Qué tal si la droga fuese como una mujer que en determinante correspondencia dijese: ¡No quiero que me vuelvas a escribir!!!!!?. Poniendo así en evidencia lo infructífero de todo cuanto se le haya podido remitir, buscando, honestamente, alcanzar su presencia física en el tiempo y espacio que por su respuesta fuese propuesto o aceptado. Una respuesta como la ejemplificada o más bien, documentada (es real) en el principio de éstas líneas, bien pudiese ayudar al vicioso de redactar y remitirle los cuentos, poesías, filosofías y demás pendejadas que hayan podido exasperar a la destinataria. Muchos no desisten y el fondo suele obscurecerse todavía más. Pero alguno habrá que, sentado en su silla, inmóvil, cual si hubiese brotado de ésta, le busque nombre, concepto, al hondo vacío que desde su estómago le succiona el aliento; debiéndose esto a la inconsciente falta de respiración, mientras leía el ultimátum que le fue remitido.
Habrá quien busque de normalizar la función de sus pulmones e inmediatamente se figure todo cuanto necesita seguir escribiéndole…, habrá quien se figure tanta redacción de la que no resulta ser más que un vicioso, habrá quien se figure su vicio como un aberrado monstruo que ya le condujo a éste fondo del que preferiría no conocer mayores latitudes.
Por esa misma razón, habrá quien, dolorosamente, “currando”, descarte los motivos que puedan ocurrírsele…, (y lo harán, se le ocurrirán, el monstruo persistirá en su pugna por ser el impulso autómata que responda)…, habrá quien, dolorosamente, pasando trabajo, “currando”, descarte los motivos que puedan ocurrírsele para una, al menos una copla más.
Sobreponiéndose al sin sentido de su propia existencia, aquel en que su enfermo pensamiento, patéticamente, le hiciere reflexionar, buscaría en qué ocupar su tiempo. Desmontaría su propio deseo de no ser visto en público y saldría a la calle. Daría saludos cordiales a quien considerase que los mereciera, y así mismo se los negaría a quien su consideración de algún hecho pasado le formulara el criterio de que no lo merece. Bajo su propio riesgo, confiaría o no en sus semejantes, cada uno desplazándose o estacionado en la vía por la cual caminaría, conversaría breve o largamente con aquellos que de su mayor confianza gozaran. Se formularía ideas, proyectos para el futuro, pondría las manos en alguna obra, viviría. Y con el tiempo le gratificaría saber (con certeza) que ha dejado vivir en paz a quien le hizo destinatario de un ultimátum.
Necesario resulta no perder de vista el tema de la recaída. Habrá quien, al dar testimonio de su rendición ante la conciencia de ir cayendo vertiginosamente por un abismo de descontrol masoquista, y por haber recibido de Dios la fuerza requerida, la fé para soportar los inevitables tormentos del pensamiento aberrado, aquel que inmediatamente se dio a la tarea de censurar, cuestionar la fé en que todo aquello pasaría, tal y como fue, ¡se detuvo!. Habrá quien le rinda culto a un poder sobrenatural, infinitamente superior al abismo viviente de cuya derrota da testimonio, y sin embargo, deba confesar, no uno, varios, muchos ultimatums que no le rindieron ante la conciencia de estar “haciendo lo malo”.
Es Domingo, y como cualquier otro día, Charly Valdez barre las hojas que durante la noche cayeron de los árboles, en el patio del manicomio. Se encuentra éste (el patio) al pié de las cuatro alturas que le rodean. Las ventanas del comedor, el cual yace sobre una loma que se precipita hasta ser contenida por una tapia de baja estatura que sirve de espaldar a quienes se sientan en el gran banco de concreto, último escalón para el descenso desde las ventanas del comedor hasta el rellano final, nuestro patio. Delante de este banco de cemento, con el patio (a lo ancho) de por medio, se levantan, no uno, dos escalones similares, como gradas que ascienden a otro rellano donde los enfermeros montan guardia. Paralelo a éste rellano, al patio en su totalidad, se extiende un corredor, la entrada e igualmente la salida del manicomio. Al entrar o salir de ahí. Se camina entre la reja que marca lindero con el rellano en que se monta la guardia más importante, entre dicha reja y una altísima pared, camina bajo el cielo, quien entra o sale del manicomio, bajo la inquieta mirada de quien sea que se encuentre en el patio. Dos alturas más completan su encajonamiento; a la misma altura del comedor, diagonal a éste, se extiende un corredor, con las puertas de las habitaciones alineadas una detrás de otra, como un hotel. Delante de las entradas (sin puerta) a las habitaciones, de por medio el corredor, una balahustrada de balahustres y pretil igualmente labrados a un estilo que hace pensar en la antigüedad de la casa; entre las columnas labradas que se alzan del pretil figura el enrejado dispuesto para impedir la fuga de los pacientes "a través de una foto vieja". Sacando los brazos entre las barras de hierro y aplastando la cara entre dos de esas mismas barras, se obtiene la tercera visión, en picada, del patio del manicomio, en cuyo extremo final nos espera la cuarta altura, que resulta imposible ver desde ahí debido a la verde marea que son las ramas y hojas de los árboles, balanceándose suavemente sobre la casi totalidad del patio. Al extremo final se alza una pared con una pequeña puerta de metal en medio de los ladrillos que hacen pensar en tiempos remotos, inimaginables para quien solo sabe que la arqueada estructura de barro cocido tiene que haber sido un puente, que la pequeña puerta, en ostentación de su candado anti cizalla, debe conducir a algún espacio sub terraneo de la antigua parroquia donde el porche de no pocas viviendas produce la misma impresión, la de ser un porche, una vivienda subterránea de la antigua parroquia donde se encuentra el manicomio y, obviamente, aquel patio, visto con indiferencia por la quinta altura, los árboles para los que se dejó el recuadro en medio del piso; es posible que haya sido el cauce de una quebrada...
En tiempos remotos, no como los de la construcción y familiar habitación de la fantasmagórica estructura colonial del manicomio; en 1.979, Charly Valdez conoció las instalaciones de la casa que en su función de manicomio le había estado aguardando desde 1.954.
Era un muchacho entonces, le había escrito a “una señora”, diciéndole que estaba enamorado de ella. La señora fue a decírselo a su mamá, quien inmediatamente lo encerró allá.
De modo que así como la droga no da ultimatums, aguarda en silencio a quienes desesperadamente la buscan, la encuentran y acaban en cárceles, manicomios o el cementerio al que una mala muerte les conduzca, así mismo hay mujeres (perversas matronas de ayer y de hoy), que guardan la carta del muchacho enamorado, como evidencia de su crimen, aquel por el que se dan a la imperiosa tarea de hacerle pagar.
- Y mi mamá… ella se asustó y me trajo pacá- dice Charly.
Es noble, no la culpa. “Eso se vió muy mal”, sigue diciendo.
“Lo mal visto”, con diferentes caras, era y sigue siendo el mismo fantasma en la psiquis de una ciudadanía, históricamente, paranoica por las innumerables guerras civiles que hasta entonces persistían. Las guerrillas urbanas habían sido prácticamente neutralizadas, pero se sabía de sobra lo que, durante la década de los sesenta y aquella última, le había ocurrido a quienes fueron mal vistos por lo que dijeron, o aquello en lo que se involucraron. La madre de Charly Valdez tuvo miedo, no de que lo vieran mal, puesto que ya lo habían hecho, “la señora”, rabiosamente, se lo hizo saber (le dio un ultimátum) y ella, la madre de Charly, tuvo miedo. En breve, si no ponía el reparo que la matrona, rabiosamente, le había exigido, en breve sería mal vista, mal comentada como alcahuete de “algo mal visto” en lo que irremediablemente se vería involucrada. Desconocía los cargos que fuese a presentar la denunciante o sus derechos como denunciada. Simplemente tuvo miedo, y en 1.979, Charly Valdez ingresó al manicomio.
- ¿Y cuándo te vas Charly?-
- Yo no me quiero ir, estoy tranquilo-
Alguien lo recordará escuchando una canción de Sui Generi:
“Hace…años que estoy aquí
Y no quiero salir
Ya no paso frío y soy feliz
Mi cuarto da al jardín
Y aunque a veces me acuerdo de ella
Dibujé su cara en la pared
Solamente muero los Domingos
Y los lunes ya me siento bien”
Por encima del corredor de altas rejas, (la tercera altura), se asoma un pedacito del Ávila, e indiferente, como los árboles que por las noches sueltan sus hojas como bombas inofensivas, el hotel Humboldt mira el patio del manicomio. Es Domingo y como
cualquier otro día, Charly Valdez, ajeno a la censurable dialéctica de los fantasmas del pasillo, barre las hojas que cayeron por la noche.
Emiliano Trujillo Sánchez
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