lunes, 29 de enero de 2024

Festival

 Macro revolución en Micro (2009)



Contra picao (2013)




La máquina del tiempo (2021, reeditada en 2024)


¡Despierta! (2022)


Soy un vago (2023)



jueves, 25 de enero de 2024

Sinopsis inconclusa

 

                Sinopsis inconclusa

Emiliano Trujillo Sánchez 




 A finales de 2008 mi ex pareja y yo deliberábamos a propósito del guión cinematográfico que fuese más apropiado, rentable, patentar. Un par de sinopsis había desarrollado y consultándolo con ella fuí objeto de sus increpaciones a causa de lo inconclusa que se hallaba una de mis propuestas. "¿Vas a patentar una historia sin final?" Ante tal embestida de sensatez hube de aceptar que para una de ambas ficciones no tenía, ¡sigo sin tener un final!. No obstante ésto, quisiera compartirla, tal y como la escribí 13 años ha.


( Quiero ahora escribirlo todo, y si no me proporcionase yo a mí mismo ésta ocupación, me moriría de tristeza. Todas éstas pretéritas impresiones me ponen a veces en trance de pasión de tortura. Bajo los puntos de la pluma adoptarán un carácter más tranquilizador, más sereno; se harán menos semejantes a un delirio, a una pesadilla...El sólo mecanismo de la pluma es ya beneficioso: calma, enfría, despierta en mí los antigüos hábitos del literato, convierte mis evocaciones y ensueños dolorosos en un trabajo, en una ocupación...(Cap. II)

...

¡Claro, no tengo pruebas! Me hacen falta documentos que no poseo...(Cap. XIII)

F. Dostoyevski

Humillados y ofendidos


...hacía tiempo que nos hostigaban. Yo había perdido mi teléfono, de modo que era M*** quien recibía el alud de llamadas y mensajes de texto. Es posible que no habiendo perdido - lo vendí - mi teléfono celular, posiblemente, ni aún así hubiese sido yo el hostigado; era ella quien les representaba una amenaza; nos conocimos y al poco tiempo, ora porque “fué amor a primera vista”, ora debido a cierta prosperidad que yo, entonces, proyectaba, misma que la hizo convivir conmigo el tiempo suficiente como para, fatalmente, verse involucrada en todo lo que, sin que lo viéramos venir, avecinábase; nos conocimos y al poco tiempo “todo se puso intenso”, empecé a pasar mucho tiempo con ella en la casa donde, entonces, vivía; les desesperaba no tener acceso a aquel espacio ¡y cómo llamaban...hostigaban!. Así fué que sucedió..., una llamada entrante a altas horas de la noche, por indignada sugerencia mía, no fué respondida y se trocó en un mensaje de voz que M*** me dió a escuchar: “M*** tráemelo... ¡devuélvemelo!” decía la voz de mi madre haciendo que se me revolviera el estómago por la brutal indignación de que se refirieran a mí como una propiedad en disputa. 




Mi madre llamaba presionada por el viejo, quien, a su vez, era presionado por diversos factores. Mi abuela, en primer lugar, consideraba nuestra relación una inmoralidad insultante, por otra parte a mis padres les fué asignado un apartamento en una de los conjuntos residenciales construídos por la misión vivienda, en Caracas. A propósito de esto último, he de aclarar que la humillación, el calificativo de intrusos, nunca, desde mi infancia, nunca fué algo de lo que me viera exento. Mi abuela se quejaba y lo único de lo que yo, en la infancia, no participaba, era en lo que parecía ser una contienda únicamente librada por mis padres, quienes, como a una diosa pagana, rendían a mi abuela, cada uno, el chisme que al otro pudiese dejar mal. Posteriormente descubrieron que “un muchacho trastornado” era el depositario perfecto, la mejor pantalla en que podía proyectarse todo lo que pudiera llamar la atención de “su ilustre severidad”


Es un hecho que victimizarse consta de dos polaridades: hay quien se siente víctima y se hace daño; se autodegrada contando con el sentimiento de culpa que tiene la ilusión de proyectar en quienes, precisamente por rechazarle, evitarle...también le obsesionan; proyecta una decadencia para la que ya tiene señalados “unos culpables” cuyo deber - así se lo figura - es aceptar su culpa. Es la polaridad más patética. Le viene en saga la victimización de quien se vale de ésta última para justificar su constante, victimaria iniciativa, ¡su maldad!. Dado que mi actitud de víctima, desde muy temprano, consistió en la primera de las dos anteriores - quería lucir desesperado, atrapado por la droga - para mis padres no resultó difícil hallarle a ésto la mayor utilidad. Me volví, de forma voluntaria, un miembro que, para mi familia, ni tan buena ni tan mala, ¡normal!..., me volví para ellos un miembro que debía ser amputado... incluso lo acepté. Creo que los especialistas deberían empezar a manejar el concepto de una autodegradación que podría, más tarde, no ser otra cosa que un bochornoso, subterráneo recuerdo - ante el título Memorias del subsuelo, con honestidad, esperaba una sordidez sensacionalista en la narración que al título venía en saga; tratóse, más bien, de un hombre tan incapaz de manejar el rechazo de unos conocidos que se dedicó a seguirles al establecimiento donde les arruinó la velada. Más tarde humilló a una prostituta, mas, aquello fué un reflejo, una proyección externa de lo que internamente se había hecho a sí mismo, había sido ultrajado por una suerte de sombra que desde su pensamiento, su propio sentir, pensó que un rechazo externo debía significar su propia inexistencia o lo inaceptable, asqueroso, irritante de ésta. Tratábase de un retrato del subsuelo psicológico que puede ser tan profundo y aterrador como el más lóbrego rincón de nuestra ciudad... - y quien de tal memoria se hallara embestido no podrá explicarse qué aberradas maromas hacía, entonces, su química cerebral. Deberían, los especialistas, en numerosos casos, cuidarse de la expresión: “Cuadro irreversible”. Asimismo habrá quien no tenga ni la más mínima idea de por qué hizo algo que, le guste o no, es groseramente ilegal, ¡fuera de todo contexto razonable!. Hay, también, quien recuerda en detalle las cosas que ha hecho, ¡lo dice, incluso!, mas, confunde conciencia con memoria. 


Me hallo plenamente consciente de la “vergüenza ajena” que mi patética actitud desencadenó y sigue desencadenando en mi entorno, mas, la vergüenza nunca es ajena. Quien se avergüenza de lo que ve hacer al otro, en numerosos casos, digo - a nadie pretendo hacer creer que manejo alguna “verdad absoluta” - identifica en éste su propia vergüenza. Posteriormente, dado el sufrimiento que “la vergüenza ajena” le causa, pretende ser la adolorida víctima cuyo impulso destructor del origen - el otro - de su dolor, siente, con sosiego, justificado. Es mi teoría referente al odio que veo dirigirse hacia mí, tanto a donde yo mismo voy como a donde van a buscarme. Conforme más desprecio se me manifiesta, harto más seguro se estará de no compartir mi vergüenza, la cual, dicho sea de paso, ha de ser aterradora en más de un espejo que no es el mío; espejos donde, puede ser - hay que cuidarse, no siempre calificar de irreversible toda inconsciencia- puede ser que se vea con vergüenza la misma cara que se ha proyectado en palabras, acciones vergonzosas de las que no pienso ser víctima; cada quien lo será de su propio espejo, ¡lo siento!. 


Por las dictaduras que vivió, los atropellos..., mi abuela es cruel, prejuiciosa, siente pánico al “qué dirán”, a “lo mal visto”. Tan mal como sabía que otros la verían, así de mala consideró la relación que M*** y yo teníamos y sintiéndose víctima de una inmoralidad que, por miedo a ser asociada (mal vista e irremisiblemente comentada) con ella, se apresuró a condenar. Sentenció que mis padres, por ser responsables de mi existencia, eran también responsables de la inmoralidad que “esa mujer” y yo estábamos cometiendo. Por ello, así como, años atrás, les asignó la ineludible tarea de encerrar su error, en este caso - consciente del obstáculo que M*** representaba para mi inmediata reclusión - instruyó que se mudaran al apartamento que el gobierno les había asignado. 


No querían irse; no habían querido irse unos meses después de instalarse, como pareja, en la casa; tanto menos querrían hacerlo veintitrés años después. Aquel apartamento había sido un giro inesperado, como la jornada que el desocupado espera no encontrar cuando sale a buscarla. Habían asistido a la ceremonia de entrega de las llaves, habían trasladado nevera, cocina, etc, mas, no habitaban, no formaban parte de la comunidad. Tan solo mi padre, como si de una casa de verano se tratara, pasaba en esta los fines de semana. Es lo cierto que creían ser mis víctimas, creyéndome el causante de que no pudieran estar tranquilos en la casa que no era suya, sintieron justificada la vehemencia con que hostigaban a M***. 




Volviendo a la noche de la llamada telefónica y el mensaje de voz que tanta impotencia me hizo sentir. Volviendo a ésto, pasemos a lo sucedido unas horas después, casa de mi abuela.

Había salido temprano acordando con M*** vernos ahí luego de que ella hiciera unas diligencias. Mi padre, cuando llegué, estaba sólo, al final del corredor que, desde la puerta de entrada, comprende recibo y comedor, con las puertas de las tres habitaciones alineadas al costado derecho de este espacio en que reciben a la vista un sofá, unos sillones, a continuación una biblioteca de anchas repisas de cristal haciendo las veces de tabique delimitante de recibo y comedor, la mesa rectangular circundada por seis sillas, a un costado de ésta, la ventana y la puerta, ésta última siempre cerrada que comunica con el patio lateral externo..., al otro costado del comedor un zayd boh pegado a la pared que separa la segunda de la tercera habitación. Al fondo de este corredor, cerca de la tercera puerta, estaba mi padre quien luego de verme de reojo clavó la mirada en el piso abismado en las maquinaciones que debían incluir su satisfacción “porque hubiese mordido el anzuelo”, porque hubiese salido de aquel sitio al que tanta impotencia les generaba no tener acceso. Mis gritos no se hicieron esperar, tampoco los suyos negando saber de qué le hablaba, afirmando que eso era “un delirio”, disfrutando a plenitud aquella oportunidad...,. Sucedió entonces que M*** apareciera y congelada en el umbral vió cómo mi padre clavaba su mirada llena de odio en ella en tanto yo la veía por encima del hombro. Su aparición hizo que mi padre olvidara el guión, el programa que, para sus fines, debía seguir. Empezó a increparla desde donde estaba “por ser la causante de todo esto”. Ignoro en qué momento me distraje, mas, él avanzó hacia ella increpándola y alzó de pronto ambas manos, ante lo cual, impelido por una fuerza inexplicable, de un salto me coloqué entre ambos. 




• ¿Qué pensabas hacer? - le pregunté con una expresión entre desconcertada y asqueado por lo que, fugazmente, había podido discernir. 


El viejo, caminando de espaldas, hacia la puerta, nos veía fijamente, abismado en la contemplación de lo que había sido un lapso en su juicio, en lo que podía ser la abominable referencia en cuya contemplación se abismaba. Pensando, pensando..., llegó a la calle.




• ¡No vas a hacerle nada a tu mamá! - exclamó a voz en cuello, de modo que cualquiera pudiese oírlo




Siendo el caso que por poco se repite lo que cierta escritora, luego de que yo se lo refiriera, tituló: El cuento premiado. Fueron, mis padres, directamente a la policía y me denunciaron - mi madre tuvo que dar fé de tal acusación - me denunciaron “por haber llegado a la casa con un palo diciendo que mataría a mi madre”. Más tarde, aquel mismo día, M*** recibiría una llamada en la que mi madre le notificaba que “ya no les importaba que estuviese ella de por medio...que la policía tenía órdenes de aprehenderme”. Tal notificación a M*** le pareció tan absurda como patético le pareció mi desvanecimiento ante lo que se apresuró a explicarme: “Cuando alguien te denuncia” empezó a decir conteniendo una risa nerviosa que más tarde se volvió llanto por verse atrapada en la trama de tan horrenda patología familiar, “Cuando alguien te denuncia debe llegarte una citación. Tú vas, va quien te denuncia y se oyen ambas partes. Nadie va, denuncia y con la denuncia dictamina la culpabilidad del denunciado que inmediatamente pasa a tener boleta de captura, ¡eso es absurdo!, ¡es facismo!, ¡es violación de derechos humanos!, no te ven como a un ser humano, eres una presa, te están cazando...¡carajo!”.


Al decir que El cuento premiado por poco se re edita, lo digo puesto que Matías, ya desde hacía tiempo embelesado por ella, por su presencia, hizo el sacrificio de hospedarme en su casa el tiempo que hizo falta para que mis padres comenzaran a inquietarse, a volver del nuevo - más prolongado - lapso que había tenido su juicio y a reflexionar acerca de una denuncia por difamación e injuria que si no me empujaba a realizar, ella misma lo haría. Presumo que, sin decirme nada, se los advirtió o alguien más lo hizo, les dijo lo que ella podía empujarme a hacer o hacerlo por su propia cuenta, en función de su propio desagravio.


En efecto, devolvieron las facturas de los recaudos que M*** ya había cancelado en el Servicio Autónomo de Propiedad para la obtención del copyright de mi libreto, ya que estas facturas, la carpeta en que se hallaban, la habíamos olvidado en la casa el mismo día del “suceso histórico”, mismas que le negaron la noche que fué a discutir los términos de “la entrega”. En arrogante actitud, en medio del lapso que su juicio sufría, la recibieron con una suerte de regaño por haber querido impedir lo inevitable 




• ¡Cuidao con ésta! - exclamó mi padre - ¡Cuidao con ésta, es delatora! - Dicho ésto caminó hasta la cocina repitiendo, degustando lo que acababa de decir




Mi madre, por otro lado, con el mentón alzado y los ojos entornados, cual si viese todo desde otra altura, le dijo, cuando se las pidió, que no devolverían las facturas 




• Cuando él haga su tratamiento - dijo sacará registros, hará películas... ahorita no está para eso, así como no estaba para tí, mira toda la crisis psicótica que le desencadenaste; las relaciones, para él son detonantes de crisis, está enfermo y... - en este punto alzó la voz ya que mi abuela en su habitación escuchaba todo - así tengamos que alquilar una habitación en tanto resolvemos todo ésto, lo haremos. No voy a abandonarlo ... - 


• ¡Y que me lo ibas a impedir! - agregó mi padre - ¡pués ahí tenemos la cuerda para amarrarlo! - 




Nuevamente dió media vuelta y regresó a la cocina rumiando, extasiado, lo que acababa de decir. Finalizó con la barbaridad siguiente: 




• ¡Anda por ahí con esos papeles, creyéndose una gran vaina, quiere discutir con todo el mundo... nadie lo quiere! - 




• ¡Yo si lo quiero! - le atajó M*** con los ojos desbordantes de lágrimas. Esto último a mi padre hizo enarcar las cejas; no lo vió venir. 




• ¡Yo lo sé, hija! - empezó a balbucear - por eso necesitamos que nos ayudes... él necesita su tratamiento, ayúdanos a ayudarlo... yo sé que tú lo quieres - concluyó esbozando una falsa sonrisa y tanto ha de haberle costado que le tembló un párpado. 




Como ya he dicho, al final de aquella jornada de ilegal persecución, lo primero que hicieron fué devolver las facturas que habían retenido. Lo siguiente que hicieron lo que han estado haciendo...: guardar silencio a la espera de que les mencione algo de esto para decir que se trata de un delirio; ellos viven con eso. Y te aseguro que si les preguntas cómo lo hacen la explicación tendrá bastante sentido. 




Lógicamente, yo también explico mi condición de “mantenido...indemnizado por mis enemigos”. Me lo explico a mí mismo y tras minuciosas reflexiones...)

2008


No pocas han sido las personas a quienes he dado a conocer ésta materialización de un mundo bizarro, completamente adverso a la realidad y, sin importar mi aseveración de ésto último, no pocas han sido las personas escandalizadas ante la contemplación de posibilidades tales como que fuese, mi sinopsis inconclusa, un documento difamatorio para mi familia...,. Nada más lejos de representar, para mí, alguna clase de riesgo; pregúntele, quienquiera que usted sea, pregúntele a cualquiera de mis ex compañeras, pregúntele si no son amigas de mis padres, de mi familia y numerosas personalidades de la comunidad en general. Pregúntele si no es a mí, de hecho, a quien no desean ver, cito: "¡Ni en pintura!"


Emiliano Trujillo Sánchez

San Antonio de Los Altos

2021













jueves, 21 de diciembre de 2023

EL PATIO DEL MANICOMIO

 El patio del manicomio 


Emiliano Trujillo Sánchez


A la memoria de Yender Pirela Castillo





¿Qué otra cosa puedo hacer?

Si no olvido, moriré

Y otro crimen quedará

Sin resolver"

Ceratti


Así es la puta vida

En éste mundo cabrón

Aparece algún macarra

Y todo se acabó"


La polla record




"... rasgó el aire un alarido horrible y le vimos abrir los brazos y desaparecer sorbido por los tiburones...la Niña... abría y cerraba velozmente una de sus manos en cuya palma ví lucir varias monedas de oro...y doblándose sobre la borda las arrojó lo más lejos que pudo. En seguida volvióse a mí con gentil escorzo de todo el busto

- ¡Ya tiene para el flete de Caronte!...-."


Valle Inclán


Sonata de Estío




I




       "No quiero problemas, yo me voy pa la casa" dijo el maracucho de catorce años al ser abordado por el grupo de adolescentes que según testigos y una cámara de circuito cerrado ya estaban al acecho, furtivamente posicionados en torno al punto donde aparecieron el jovencito y otra joven de unos diez y siete años a quien el circuito cerrado y los posteriores testigos identificaron como quien, minutos antes había estado ahí en compañía de los mismos adolescentes de su edad con los que fué vista, captada en video, concertando algo...,. "Estaba enamorado" declararon posteriormente la madre del adolescente y su abuela, siendo ésta última quien estuviese en casa al momento en que la voz de la joven irrumpió en ésta pronunciando a gritos el nombre del muchacho quien, presuntamente enamorado, salió al porche prácticamente de un salto. Lo siguiente que la voz, de nuevo irrumpiendo en toda la casa, solicitó al adolescente fué que saliera, que tenían que hablar una cuestión "Eso es aquí mismo, abuela. Tranquila" dijo el muchacho puesto que su abuela de inmediato le dijo cuán tarde era. No queriendo ser grosero ni dejarse abochornar, profundamente urgido por abordar su mundo de ensueño, salió corriendo, por última vez, de su casa. 




       La razón aún se ignora. Es lo cierto que fué embestido por los jóvenes con quienes, minutos antes, la muchacha se había concertado. Salieron de donde fueron vistos al emboscarse, salieron como lobos cuya manada rodea una presa. "No quiero problemas, yo me voy pa la casa...". De un empellón le arrojaron contra la acera. Después de algunas patadas, algunos golpes más, uno de ellos le aplicó una llave que ha de haberle sofocado lo suficiente como para que resulte prácticamente inexplicable el acopio de fuerzas que, para volver a la casa, hubo de hacer; llevaba el cráneo abierto por los golpes y el impacto con la acera y además le habían sofocado lo suficiente...




       Llegó a la casa, al porche donde se dejó caer en un sillón. No queriendo ser visto, que se le viera la desilusión, misma que debió dolerle más que los golpes, sintiéndose avergonzado con la casa y quienes en ésta jamás le hubiesen hecho daño, sintiendo agraviada la casa y al resto de sus habitantes, se dejó caer en el sillón donde, presumiblemente, quiso que aquello se le pasara antes de franquear el umbral. Por jamás haber sido estrangulado de esa forma desconocía el efecto desvanecedor de la falta de oxígeno. Se hallaba en medio de un inusual, por demás, desagradable trance. Sentíase desvanecer en tanto los dolores del impacto contra la acera y los punta pié se incrementaban; sentía que tales dolores se lo llevaban. Temeroso de ello, queriendo vivir, despertar al día siguiente avergonzado de sí mismo porque le hubiese tocado a él, por no ser grande y fuerte, por ser él mismo , de quien se hubiese avergonzado. Por sufrir en silencio una desilusión que le pusiese de un humor sombrío, que, por el odio injustificado, el sadismo practicado en él, le deprimiese, quizá, y le dejase abstraído, viendo cualquier cosa en tanto pensara cómo justificar eso de no querer salir de casa . Queriendo tener la esperanza de que el corazón roto de alguna manera sanaría. Queriendo éstas y tantas otras cosas, ¡queriendo vivir!, ahí quedó.

...

29/12/22; fué asesinado el 25 de Diciembre, solo cuatro días antes de que un servidor fuese puesto al corriente de lo sucedido.





II


"La verdad es que, como en las demás cosas, en ésta hay que mirar el tiempo y el modo y con quién se habla, porque a veces sucede que, creyendo alguna mujer o algún hombre, con alguna fracesilla aguda, hacer sonrojar a otro, no habiendo bien medido sus fuerzas con las de quien sea, aquel rubor que sobre otro ha querido arrojar, contra sí mismo lo ha sentido volverse"


GIOVANNI BOCCACCIO


Cuentos del Decamerón


Aunque inevitablemente al verse uno rechazado por una mujer, dado que la tal, con miras a hacerse notar, no perderá un sólo segundo en hacer uso de la fallida pretensión, ridiculizarla, calificarla como el irrespeto, la locura de un loco que debería estar en un manicomio - suele pasar -, el delito de un delincuente que debería estar preso, la ilusión de "un iluso que tamaño lujo no puede darse", etc..., inevitablemente desea uno ligar de inmediato con alguien más. Ello no obstante, hace falta disciplina en el ejercicio de la tolerancia, el procesamiento de la frustración; no pocos "ilusos", "locos", "delincuentes", etc se dejan caer en un profundo trance de presunciones tales como que son muy feos, están muy locos, les tienen un trabajo montado y numerosas monsergas por el estilo; "Estás salao, tal y como te quieren ver. Te quieren ver sólo, tal y como estás. Quieren poder decir que estás quebrado, sin tabaco y lo estás. Quebrado no hay tabaco ni amigos ni citas. Estás tal y como te quieren ver para decirte, con la sonrisa prensada, cómo te ves, para comentarlo en sus mal habladas tertulias. Tienes que activar una contra, romper el maleficio; necesitas algo, a alguien que les dibuje una expresión desconcertada cuando la vean contigo, cuando te vean en posesión de alguna cosa que valga mucho. Tienes que vengarte. Que la satisfacción pase a ser tuya y el dolor sea de ellos, por tu satisfacción. Tienes que hacerlo, mas, no lo has hecho. La satisfacción, hoy, será de ellos, otra vez. A donde vayas, hoy, te estarán esperando...", tal es el caótico pensamiento de quienes no leen y, quizá, seguramente, se drogan. Simplemente se trata de una, dos... diez o más personalidades que anhelan proyectarse y dada su pusilanimidad, lo frustradas, iracundas que, por alguna razón desconocida, se hallan, sabiendo que no habrá una mejor oportunidad, una mayor hazaña, prenderán la mecha cuyo extremo opuesto se halla pegado a un barril de pólvora; querrán volar en pedazos el mundo, la vida de algún escritor de cartas de amor. Conocí a uno en el manicomio donde solían encerrarme por las drogas que me negaba a dejar de consumir; en 1978 su mamá recibió, de otra señora, la queja de que su hijo le había dicho, en una epístola, cuánto la amaba; supe ésto en el año 2004, aún estaba allá y suponiendo, en favor de la madre, incluso de la otra señora, suponiendo que estuviese loco, aún así, todo empezó por la amenaza de una mujer a otra de sacar a la luz algo que podía ser "mal visto". Tomemos en cuenta que se trataba de personas nacidas a principios del siglo XX, mas, dados los datos, por medio de la presente, aportados, puede presumirse que ningún comportamiento retrogrado pertenece a una época lejana; camina atraves de la historia en sus aspectos más vulgares.


No escribo ni ruedo producciones audiovisuales contra la droga con miras a tapar un pasado, incluso un presente que pudiese no resultar encomiable. Lo hago para comprometerme con la sobriedad que es la magnánima prueba de cuánto vale mi trabajo. Por otra parte, me confieso vicioso de hacer públicas demostraciones de vida propia, una vida que no alberga en su memoria episodios de homicidio, violación etc. Camino por las calles sin temor a que me pidan la cédula; sin temor a no tener, a haber perdido la razón.


Aunque quizá, señora, tenga usted razón y para que un mensaje le llegue no hay otra explicación: LOCURA; hay que estar loco para sentirse constantemente atraído por sociópatas. Ya superé a la droga, el alcohol, a la mala maña de empezar un libro y no terminar de leerlo. Mas, debo trabajar en ese loco aspecto que sigue haciendo famosas a ... ¿Quiénes? ¿Quién es usted, señora?


Aunado a todo lo, más arriba, referido, están los viejos, ávidos de la juventud que al serles imposible recuperar desean vivir atraves de hombres jóvenes que les pongan al corriente de chismes irreproducibles a no ser que se trate de un hombre viejo, frustrado que automáticamente repetirá las irreproducibles palabras de un hombre joven que comparte su aversión, su frustración ante cualquier señal de vida propia, felicidad y, por ende, hace cuanto en su poder esté para destruirla, borrarla de la expresión de alguna mujer, algún hombre a quien el nombre de esa mujer pueda doler . A éstos viejitos y no pocos muchachos, una, cualquier señora que desea destruir a un hombre, le viene como anillo al dedo. Tratándose de gente mayor, entre ellos se entienden; nada satisface más a un viejo envidioso de la juventud de un hombre que una mujer cuyas intenciones abarcan un espectro tan amplio que resultaría tedioso referir todas o unas pocas, le expresa su aversión por "algún loquito". Siendo el caso (el axioma) que finalmente no se sabe quién le paga prote a quien. Suele darse entre maridos y esposas tal dinámica, mas, igualmente amplio resulta el espectro que abarca su iniciativa (la de ambos) de abordar el tema de vidas personales ajenas. Terreno (sus personales, privados motivos; lo que intentan insinuarse o negarse entre sí), por demás, peligroso...,. Es lo cierto que apartando la guerra y las enfermedades no hay peor infierno que el de vivir en la vulgaridad. Cualquiera termina loco; en una cárcel, un manicomio, en el cementerio por una mala muerte a la que se precipitó como un autómata que no leía y, quizá, seguramente se drogaba.


Hay guerra y pestes en el mundo. Vale la pena respirar todas las veces que hagan falta antes de precipitarse a un escenario, a una escena vulgar sencillamente por haber sido invitado y no haber creído que valía la pena respirar todas las veces que hubiesen hecho falta




III


"Yo he de escribirle a usted muchas cartas todavía...¡Si ahora es cuando empiezo a tener estilo!...Pero ¿qué hablo de estilo? yo le escribo a usted al tuntún, sin saber lo que escribo, porque no lo sé, no señor, yo no repaso lo que escribo, ni lo enmiendo, ni nada. ¡Yo escribo únicamente por escribir, por escribir cada vez más!."


F. Dostoyevski


Pobres gentes




¿Qué tal si la droga fuese como una mujer que en determinante correspondencia dijese: ¡No quiero que me vuelvas a escribir!!!!!?. Poniendo así en evidencia lo infructífero de todo cuanto se le haya podido remitir, buscando, honestamente, alcanzar su presencia física en el tiempo y espacio que por su respuesta fuese propuesto o aceptado. Una respuesta como la ejemplificada o más bien, documentada (es real) en el principio de éstas líneas, bien pudiese ayudar al vicioso de redactar y remitirle los cuentos, poesías, filosofías y demás pendejadas que hayan podido exasperar a la destinataria. Muchos no desisten y el fondo suele obscurecerse todavía más. Pero alguno habrá que, sentado en su silla, inmóvil, cual si hubiese brotado de ésta, le busque nombre, concepto, al hondo vacío que desde su estómago le succiona el aliento; debiéndose esto a la inconsciente falta de respiración, mientras leía el ultimátum que le fue remitido.


  Habrá quien busque de normalizar la función de sus pulmones e inmediatamente se figure todo cuanto necesita seguir escribiéndole…, habrá quien se figure tanta redacción de la que no resulta ser más que un vicioso, habrá quien se figure su vicio como un aberrado monstruo que ya le condujo a éste fondo del que preferiría no conocer mayores latitudes.


Por esa misma razón, habrá quien, dolorosamente, “currando”, descarte los motivos que puedan ocurrírsele…, (y lo harán, se le ocurrirán, el monstruo persistirá en su pugna por ser el impulso autómata que responda)…, habrá quien, dolorosamente, pasando trabajo, “currando”, descarte los motivos que puedan ocurrírsele para una, al menos una copla más.


   Sobreponiéndose al sin sentido de su propia existencia, aquel en que su enfermo pensamiento, patéticamente, le hiciere reflexionar, buscaría en qué ocupar su tiempo. Desmontaría su propio deseo de no ser visto en público y saldría a la calle. Daría saludos cordiales a quien considerase que los mereciera, y así mismo se los negaría a quien su consideración de algún hecho pasado le formulara el criterio de que no lo merece. Bajo su propio riesgo, confiaría o no en sus semejantes, cada uno desplazándose o estacionado en la vía por la cual caminaría, conversaría breve o largamente con aquellos que de su mayor confianza gozaran. Se formularía ideas, proyectos para el futuro, pondría las manos en alguna obra, viviría. Y con el tiempo le gratificaría saber (con certeza) que ha dejado vivir en paz a quien le hizo destinatario de un ultimátum.


   Necesario resulta no perder de vista el tema de la recaída. Habrá quien, al dar testimonio de su rendición ante la conciencia de ir cayendo vertiginosamente por un abismo de descontrol masoquista, y por haber recibido de Dios la fuerza requerida, la fé para soportar los inevitables tormentos del pensamiento aberrado, aquel que inmediatamente se dio a la tarea de censurar, cuestionar la fé en que todo aquello pasaría, tal y como fue, ¡se detuvo!. Habrá quien le rinda culto a un poder sobrenatural, infinitamente superior al abismo viviente de cuya derrota da testimonio, y sin embargo, deba confesar, no uno, varios, muchos ultimatums que no le rindieron ante la conciencia de estar “haciendo lo malo”.


   Es Domingo, y como cualquier otro día, Charly Valdez barre las hojas que durante la noche cayeron de los árboles, en el patio del manicomio. Se encuentra éste (el patio) al pié de las cuatro alturas que le rodean. Las ventanas del comedor, el cual yace sobre una loma que se precipita hasta ser contenida por una tapia de baja estatura que sirve de espaldar a quienes se sientan en el gran banco de concreto, último escalón para el descenso desde las ventanas del comedor hasta el rellano final, nuestro patio. Delante de este banco de cemento, con el patio (a lo ancho) de por medio, se levantan, no uno, dos escalones similares, como gradas que ascienden a otro rellano donde los enfermeros montan guardia. Paralelo a éste rellano, al patio en su totalidad, se extiende un corredor, la entrada e igualmente la salida del manicomio. Al entrar o salir de ahí. Se camina entre la reja que marca lindero con el rellano en que se monta la guardia más importante, entre dicha reja y una altísima pared, camina bajo el cielo, quien entra o sale del manicomio, bajo la inquieta mirada de quien sea que se encuentre en el patio. Dos alturas más completan su encajonamiento; a la misma altura del comedor, diagonal a éste, se extiende un corredor, con las puertas de las habitaciones alineadas una detrás de otra, como un hotel. Delante de las entradas (sin puerta) a las habitaciones, de por medio el corredor, una balahustrada de balahustres y pretil igualmente labrados a un estilo que hace pensar en la antigüedad de la casa; entre las columnas labradas que se alzan del pretil figura el enrejado dispuesto para impedir la fuga de los pacientes "a través de una foto vieja". Sacando los brazos entre las barras de hierro y aplastando la cara entre dos de esas mismas barras, se obtiene la tercera visión, en picada, del patio del manicomio, en cuyo extremo final nos espera la cuarta altura, que resulta imposible ver desde ahí debido a la verde marea que son las ramas y hojas de los árboles, balanceándose suavemente sobre la casi totalidad del patio. Al extremo final se alza una pared con una pequeña puerta de metal en medio de los ladrillos que hacen pensar en tiempos remotos, inimaginables para quien solo sabe que la arqueada estructura de barro cocido tiene que haber sido un puente, que la pequeña puerta, en ostentación de su candado anti cizalla, debe conducir a algún espacio sub terraneo de la antigua parroquia donde el porche de no pocas viviendas produce la misma impresión, la de ser un porche, una vivienda subterránea de la antigua parroquia donde se encuentra el manicomio y, obviamente, aquel patio, visto con indiferencia por la quinta altura, los árboles para los que se dejó el recuadro en medio del piso; es posible que haya sido el cauce de una quebrada...


   En tiempos remotos, no como los de la construcción y familiar habitación de la fantasmagórica estructura colonial del manicomio; en 1.979, Charly Valdez conoció las instalaciones de la casa que en su función de manicomio le había estado aguardando desde 1.954.


   Era un muchacho entonces, le había escrito a “una señora”, diciéndole que estaba enamorado de ella. La señora fue a decírselo a su mamá, quien inmediatamente lo encerró allá.


   De modo que así como la droga no da ultimatums, aguarda en silencio a quienes desesperadamente la buscan, la encuentran y acaban en cárceles, manicomios o el cementerio al que una mala muerte les conduzca, así mismo hay mujeres (perversas matronas de ayer y de hoy), que guardan la carta del muchacho enamorado, como evidencia de su crimen, aquel por el que se dan a la imperiosa tarea de hacerle pagar.


- Y mi mamá… ella se asustó y me trajo pacá- dice Charly.


Es noble, no la culpa. “Eso se vió muy mal”, sigue diciendo.


   “Lo mal visto”, con diferentes caras, era y sigue siendo el mismo fantasma en la psiquis de una ciudadanía, históricamente, paranoica por las innumerables guerras civiles que hasta entonces persistían. Las guerrillas urbanas habían sido prácticamente neutralizadas, pero se sabía de sobra lo que, durante la década de los sesenta y aquella última, le había ocurrido a quienes fueron mal vistos por lo que dijeron, o aquello en lo que se involucraron. La madre de Charly Valdez tuvo miedo, no de que lo vieran mal, puesto que ya lo habían hecho, “la señora”, rabiosamente, se lo hizo saber (le dio un ultimátum) y ella, la madre de Charly, tuvo miedo. En breve, si no ponía el reparo que la matrona, rabiosamente, le había exigido, en breve sería mal vista, mal comentada como alcahuete de “algo mal visto” en lo que irremediablemente se vería involucrada. Desconocía los cargos que fuese a presentar la denunciante o sus derechos como denunciada. Simplemente tuvo miedo, y en 1.979, Charly Valdez ingresó al manicomio.


- ¿Y cuándo te vas Charly?-


- Yo no me quiero ir, estoy tranquilo-


  Alguien lo recordará escuchando una canción de Sui Generi:


“Hace…años que estoy aquí


Y no quiero salir


Ya no paso frío y soy feliz


Mi cuarto da al jardín


Y aunque a veces me acuerdo de ella


Dibujé su cara en la pared


Solamente muero los Domingos


Y los lunes ya me siento bien”


    Por encima del corredor de altas rejas, (la tercera altura), se asoma un pedacito del Ávila, e indiferente, como los árboles que por las noches sueltan sus hojas como bombas inofensivas, el hotel Humboldt mira el patio del manicomio. Es Domingo y como

 cualquier otro día, Charly Valdez, ajeno a la censurable dialéctica de los fantasmas del pasillo, barre las hojas que cayeron por la noche.


Emiliano Trujillo Sánchez 

martes, 14 de noviembre de 2023

La estación de Salvador

 
























Emiliano Trujillo Sánchez 

Para un Raskolnikov cualquiera

 




Ésto, algún tiempo atrás, fué publicado.
Al pié del texto que aquí presento da inicio una serie de capturas que le hice a la revista digital que publicó una parte de éste ensayo - resúmen. Consideré apropiado exponer dicho trabajo en su totalidad. Mas, reitero, quien desee cerciorarse de la autenticidad de mis afirmaciones (publicaciones previas) puede, si lo desea, ver ésto mismo (hasta cierto punto) en otro (¿mejor?, más respetable?) marco de contemplación..., ¡PROYECCIÓN!
   




 
Para un Raskolnikov cualquiera

Pesado resumen y humilde análisis de Crimen y castigo de F. Dostoyevski

Emiliano Trujillo Sánchez

 

“El hombre que no lee no tiene ninguna ventaja sobre el que no sabe leer”

Mark Twain

“No sobreviviré a la muerte de mi idea fija”

F. Dostoyevski

Carta a su hermano Mijaíl a propósito de su primera novela (Pobres gentes) antes de que fuese publicada  

I

A primera vista y llegando a conocerme bien, seguramente y con razón se me considere el hombre más inculto, ¡vulgar!, en que pensarse pueda. Mi lectura no es nada fluida; constantemente debo regresar al comienzo de un párrafo, toda una página puesto que una palabra u oración, algo proveniente de la obra me arrebata de la sintonía que reemplazo por proyecciones que duran tanto como lo que se requiere durar viendo la misma página de un libro hasta verse indiscutiblemente ridículo; como enajenado en la idea de ser la fotografía o la estatua de alguien que, si, está leyendo – hay una de Salvador Garmendia en Barquisimeto; ha de ser escalofriante sentársele al lado -. Sin embargo, por penoso y reticente que me resulte, leo mucho. Lo hago para escribir medianamente bien cuando nuestro insólito universo me hace sentir en la obligación de hacerlo. Por otra parte… hay gente pretenciosa; gente que, declamando sandeces, pretende ser culta. Hay quienes dicen tener como base las conversaciones que, ¡bebiendo!, sostuvieron con tal o pascual creador. Ciertamente de tales conversaciones no refieren otra cosa que el nombre de aquel con quien sosteníanlas. Asimismo aparecen los hijos; gente “indudablemente” culta puesto que su padre o madre fue, es…, no pocos carecen de lectura, conocimiento de la obra de sus propios padres. No obstante, son sus hijos, indudablemente cultos. Inevitable saga de éstos son sus amigos: gente culta puesto que al oir el nombre del autor se complacen en decir: “Yo conozco a sus hijos”.

Engrosa – sin completarlo – engrosa nuestro inútil, pretencioso inventario una irritante criatura que, ora bebiendo con el autor, ora no haciéndolo, ora siendo amigo, enemigo o un completo extraño para los hijos de algún célebre creador; ¡siendo lo que fuere!, rara vez, ¡nunca!, pega la cara de un libro desde su inicio hasta el final. Mas, por la forma en que habla incluso de lo que no sabe, clara evidencia muestra de su imperante necesidad: que su sabiduría sea reconocida. Es ésta misma persona la que, al ver a alguien leyendo, desvanecida ante la actividad que jamás realiza aunque mucho pretende hacerlo, desvanecida ante tal imagen, haciendo acopio de las fuerzas que convergen en el diseño de su petrificada sonrisa de maniquí, le aborda con la siguiente pregunta:

“¿Te gusta mucho leer?”

 

 

 

 

II

Reconstrucción de los hechos.

 

 Raskolnikov, el ex estudiante de derecho…, después de empeñar su reloj en casa de “la vieja usurera”, tiene un encuentro en un bar con “un funcionario alcohólico”. El encuentro se prolonga hasta la casa del funcionario donde lo espera su esposa para, delante de los tres niños y Raskolnikov darle una tunda al marido borracho. Tal encuentro resulta imprescindible para los posteriores acontecimientos relatados en esa historia. Camino a la casa del funcionario éste le habla de su hija mayor (Sonia) que se ha prostituido para "ayudar en algo"…, seguidamente Raskolnikov recibe una carta de su madre en la que ésta le pone al corriente de los hechos narrados a continuación: su hermana (Dunia) trabajó como institutriz en una casa de familia donde el marido de la patrona (Svidrigailov) manifestó “interés” en ella. Sin aclarar bien qué pasó entre ellos su madre le cuenta que la patrona prendió una mecha contra Dunia, se dedicó a difamarla en todo aquel villorrio, haciendo que explotara en sus caras una situación de “desprecio comunitario” que hubo de resolverse cuando el marido de la patrona asumió haber sido él quien se pasase de la raya, quedando Dunia absuelta de las acusaciones por las que la patrona (Marfa Petrovna), se disculpó públicamente con ellas y luego se dedicó a destruir al marido contando la historia en casa de otras “distinguidas vecinas”. Le cuenta que Dunia se comprometió con un señor que se las va a llevar San Petesburgo y que por la posición que ocupa podrá ofrecerle a él (Raskolnikov) un trabajo…, ésta carta indigna terriblemente al futuro asesino de la mujer de la casa de empeños (Aliona Ivánovna), ahora su frustración se compone de: Estar moroso, luego una pelea en la calle con un viejo borracho que quería abusar de una jovencita igualmente ebria, misma que por lo raído de la ropa resultaba evidente que ya habían abusado de ella y la idea de que su hermana se va a casar por conveniencia más de él (Raskolnikov) que de ella, para ayudarlo, esa es la idea que más lo revienta y se pone a cavilar sobre la similitud que tiene la prostitución de Sonia, la hija del funcionario alcohólico (Marméladov) (cabe destacar que es por medio de éste último que Dostoyevski expresa su preocupación por el epidémico alcoholismo que azotaba la Rusia pre – soviética; preocupación que, posteriormente, no dejaron de expresar autores de la envergadura de Gorki y Korolenco. Presúmese que el alcohol, funcionaba para el zarismo como un dispositivo de condicionamiento operante, una herramienta de embrutecimiento, enajenación, sometimiento de los pobres. Cualquier parecido con la actualidad…)… Sonia, a la que aún no conoce pero la tiene en mente y compara su situación con la que será la situación de su hermana, prostituyendo su vida entera por la protección de un marido mil años mayor que ella…, estas cavilaciones lo van frustrando mientras camina. Busca un sitio a las afueras de la ciudad y ahí se queda dormido, soñando con su infancia. Sueña que anda con su padre y de una taberna salen unos borrachos que se empiezan a montar en una carreta y a hacer que una yegua desnutrida tire de ésta y, riendo a mandíbula batiente, le aumentan el peso hasta matarla… de regreso a la ciudad, en la puerta de una casa de familia ve a Lisabeta ( hermana de la mujer de los empeños), y recuerda al oficial y al estudiante que hablaban de ella y de lo beneficioso que sería para la humanidad matar a la vieja y usar el dinero en obras benéficas - esa escena del estudiante y el oficial debe ser la primera escena de la película, que termine en un contraplano de Raskolnikov en relación a los otros dos en la otra mesa, para que se sepa que los estaba oyendo -. Así, pues, el haber visto a Lisabeta y que el haberla visto le recordase a estos dos hablando, Raskolnikov lo interpreta como “una señal”. Necesario resulta destacar que Raskolnikov, recientemente, publicó un artículo en el que plantea su inquietud acerca de aquellos a quienes les está permitido matar puesto que sus fines llevan históricas connotaciones (Napoleón/ Bolívar) y aquellos que también quisieran hacerlo y no pueden puesto que no cuentan con la justificación histórica necesaria, plantea su inquietud acerca de la similitud que existe entre un dios bélico de la humanidad y un vulgar asesino (ambos matan y aunque uno no lo haga por el bien, por la vida de mucha gente, está matando igual que el otro, el anónimo, el loco que no será absuelto por ningún contexto histórico), ese es su planteamiento. Roba el hacha y comete el homicidio. Lamentablemente Lisabeta viene llegando y también a ella le llega la mala hora…, el robo resulta infructífero, la vieja debía tener 3000 rublos en algún lado pero él solo consigue los objetos empeñados y tras una larga tensión, pués viene gente a la habitación y sin saber que él está ahí con los cadáveres llaman a la puerta, la cual no pueden abrir por el pistillo que está pasado, mas, precisamente por ello, saben que hay gente; de lo contrario ¿cómo va a estar pasado el pistillo?, además “la vieja no sale nunca”, los dos hombres que se han empeñado en tocar la puerta bajan las escaleras para ir en busca del portero. Él aprovecha y sale pero en el piso de abajo tiene que volver a esconderse en una habitación que está siendo remodelada. Mientras los otros suben, escapa, y sin darse cuenta deja caer una prenda de la que posteriormente se acordará ya que un pintor queda incriminado (ese fue el barullo que escuchó al esconderse en el piso vacío, dos pintores ebrios que bajaron las escaleras sin saber qué pasaba, uno de ellos encontró la prenda y se la guardó), escapa, deja el hacha en el sitio del que la robó y se va a la habitación, ahí duerme hasta el día siguiente en que al despertar se apresura a esconder todo en un hueco en la pared. Seguidamente la criada del edificio le notifica que está citado a la estación de policía, citación a la que acude contando con su fatal detención. Sin embargo, se trata, sencillamente, de una denuncia de la patrona por el dinero que le debe, solo eso, pero el agitado ambiente de la estación termina haciendo que se desmaye. Al despertar del desmayo vuelve a la habitación y de inmediato saca de ahí los objetos, va y los esconde bajo una piedra, en un patio y de ahí no saldrán hasta que todo se acabe, ya no se trata del robo, es el homicidio el que camina con él de ahora en adelante…, luego de esconder las cosas acude a ver a Razumijin, el amigo estudiante que no poco se sobresalta con su golpeada y corta visita, luego vuelve a la habitación donde cae en un delirio que le dura cuatro días.

Al despertar a los tres días (con vagos recuerdos de gente que ha estado entrando y saliendo de la habitación) se encuentra a Razumijin en compañía de un comerciante que por encomienda de su madre le da entrega cierta suma de dinero. Sigue durmiendo unas horas más y al despertar se encuentra con que Razumijin ha ido a comprarle ropa y zapatos nuevos. Llega Zozimov (el médico), mientras Raskolnikov sigue acostado ellos hablan del crimen cometido días atrás (hablan de que uno de los pintores quedó implicado en el homicidio: los que hicieron el barullo bajando las escaleras cuando él estaba escondido. Razumijin refiere que han de ser unos genios para haber matado a la vieja y haber montado esa escena de desentendimiento de lo que había pasado). Llega, entonces, el señor Luzhin (prometido de Dunia, a conocer al cuñado), sostiene cierta conversación con los tres: temas de política y economía pero Raskolnikov termina riñéndole y el hombre se va indignado y tras la acalorada discusión termina pidiéndole violentamente a todos que lo dejen sólo. De inmediato se viste, sale a la calle y termina en un bar hablando con Zamétv (uno de los policías que estaba en la jefatura) hablando del crimen, pues la paranoia lo hace sentir seguro de que sospechan de él e iracundo se pone a decirle al policía que un asesino inteligente escondería las cosas debajo de una piedra y no las buscaría en años…, el policía se queda frío y él se va. Al salir se encuentra con Razumijin quien le increpa por haber salido enfermo, le dice que se venga con él a la fiesta que dará para estrenar su nuevo apartamento, pero Raskolnikov se niega…, sigue caminando… primero va a la habitación de la vieja en un arrebato de locura y en presencia de dos pintores que están remodelando la habitación se pone a exigir que se la alquilen y el alboroto llega a la calle. En la entrada hay dos hombres, el portero y “el hombre del batín” que al oírle y verle exigir de aquel modo febril esa habitación, lo corren de ahí. Continúa su caminata un rato hasta que ya avanzada la noche ve como atropellan a Marméladov (el funcionario alcohólico) y por tener dinero del que le envió su madre le hace trasladar moribundo hasta su casa donde su esposa rompe en llanto y en iracundas imprecaciones al mismo tiempo y envía a Polechka (la hija pequeña) en busca de Sonia quien llega momentos antes de que su padre muera. Es la primera vez que Raskolnikov la ve. Los vecinos se amontonan en la puerta, la esposa del funcionario sigue gritando, Raskolnikov termina dándole todo el dinero que carga encima y se va. Cuando se está retirando es llamado por Polechka, la niña, que por encargo de su hermana Sonia le pregunta cómo se llama y dónde vive, él se lo dice y sigue su camino sintiéndose aliviado puesto que la niña lo bendijo, sintiéndose más humano.

Va a la fiesta de Razumijin donde lo encuentra ebrio pero dispuesto a acompañarlo a su habitación en la que al llegar encuentra a su mamá y a su hermana. El encuentro con ellas también resulta reñido, hablan sobre lo sucedido en casa de Marfa Petrovna que recientemente falleció, el resto de la conversación es acerca de ese matrimonio arreglado, pero su hermana le riñe porque eso no la convierte en ¡una criminal!; “Yo aún no he matado a nadie” le dice…,. Es el caso que entre la discusión del matrimonio y las interminables preguntas acerca de qué le pasa, ¿por qué parece un loco?, también a ellas termina diciéndoles que se vayan…,. Razumijin las acompaña a sus habitaciones en el otro edificio, las deja ahí y les promete que volverá con noticias esa misma noche. Vuelve a su casa en busca del doctor Zózimov y se lo lleva; primero van donde Raskolnikov para chequearlo, luego van donde las dos mujeres a tranquilizarlas y regresan a la pensión de Raskolnikov donde se quedan a pasar la noche en casa de la patrona. Zozimov en una habitación dentro de la casa y Razumijin en la cocina. Por la mañana Razumijin está avergonzado por su comportamiento de borracho enamorado la noche anterior (en lo referente a Dunia), sale a buscar a las dos mujeres y las trae a la habitración de Raskolnikov. Al llegar, Zozimov ya está con él y éste se encuentra de buen ánimo, empiezan a hablar, mas, vuelve a encolerizarse al oírles decir que Luzhin había enviado una nota diciéndoles que él (Raskolnikov) había estado por la noche en casa del funcionario y que le había dado todo su dinero a una prostituta (Sonia)…,. Sonia posteriormente llega la habitación a agradecerle por su ayuda, él se la presenta a quienes están ahí. Sonia le dice que su madrastra la envió para invitarle al banquete fúnebre que tendría lugar al día siguiente, se retira muy apenada. En la carta que envió Luzhin calumniando a Raskolnikov les refiere a ambas mujeres que no lo quiere ver en la reunión que tienen programada para comer a lo cual ellas se niegan y Raskolnikov queda invitado por su madre y su hermana a ir a comer con ellas en compañía de Razumijin. Raskolnikov tiene algunas palabras con Sonia a la que alcanza al salir del edificio, luego cada uno sigue su camino, Sonia es seguida hasta su casa por un hombre que no había aparecido sino por referencias: Svidrigailov (el marido de la fallecida MarfaPetrovna, la patrona de Dunia cuando trabajaba como institutriz) éste se ha venido a San Petesburgo a buscar a Dunia pero eso se esclarece más adelante, cuando sigue a Sonia no sabemos quién es y la sigue porque alquiló una habitación junto a la de ella. Raskolnikov por su parte va con Razumijin a casa de Porfiri Petrovich, el policía que lleva el caso de la mujer asesinada, esto se debe a que Raskolnikov, sabiendo que ese policía es incluso pariente de Razumijin le pide que lo lleve a verlo para recuperar el reloj que él había empeñado en casa de la vieja. Al llegar encuentran a Zozimov. El policía le dice que en lo referente al objeto solo necesita llevarle a la comisaría una carta firmada diciendo que el reloj le pertenece, mas, empieza a tocar otro tema…

 Resulta que Raskolnikov tiene “un artículo publicado” referente al tema del crimen. Es en esta conversación donde se sabe que el asunto del homicidio ya es un tema recurrente para el ex estudiante, se trata de un artículo sobre el conflicto humano entre “condenados” y “condecorados” por matar, referente a los hombres a los que “todo les está permitido” debido a los fines que persiguen (LOS DIOSES BÉLICOS DE LA HUMANIDAD), obviamente la inquietud del policía por este tema despierta en Raskolnikov una nueva paranoia de estar bajo sospecha sin que se lo digan y sus respuestas empiezan a ser sarcásticas, irritadas (efectivamente, ya Petrovich lo tiene en la mira, pero de esto se sabrá más adelante). De ahí se dirigen a la habitación de la madre y la hermana, pero Raskolnikov decide no entrar y pese a la protesta de Razumijin, lo deja ahí y se vuelve a su habitación; quiere chequear que no se le haya pasado por alto alguna prenda tirada por ahí. No hallando nada, se dispone a salir a la calle otra vez pero en la entrada hay alguien que lo está buscando porque el portero le dice: “Ese es”. Al preguntar qué pasa ve cómo “el hombre del batín” se va. Raskolnikov lo sigue para, luego, ver y oir cómo le grita en medio de la calle: “¡ASESINO!”, después de ésto continúa siguiéndolo sin saber qué decirle, hasta que lo deja irse y vuelve a la habitación, en shok. Se acuesta a dormir y oye a Razumijin y a la criada diciéndole que lo deje dormir, luego aparece Svidrigailov y así nos enteramos que después de la muerte de su esposa se ha venido a San Petesburgo a buscar a Dunia, le informa a Raskolnikov que su esposa (la fallecida Marfa Petrovna) les dejó a su madre y a su hermana tres mil rublos en su herencia, que los recibirán en cualquier momento y le refiere su interés en una reunión con Dunia para la que le pide a Raskolnikov que sea mediador, éste se niega y lo despide de la habitación, seguidamente se va a casa de su madre y hermana donde le aguardan ellas en compañía de Razumijin, solo falta Luzhin que al llegar pone tenso el ambiente, cuando Raskolnikov dice que recibió la visita de Svidrigailov refiere lo de los tres mil rublos que les dejó Marfa Petrovna en herencia, inmediatamente Luzhin dice que él también lo sabía e iba a hacérselos saber lo antes posible, luego viene el tema de ¿qué más habló con él? Y Raskolnikov dice que lo hablará en privado con su hermana, esto ofende a Luzhin el cual, de un modo patético, empieza referirles a Dunia y la madre que él había decidido casarse después de aquel escándalo y que lo menos que podían hacer es mostrar gratitud por su benevolencia. Dunia, desbordando indignación, abruptamente rompe aquel compromiso. Luzhin queda estupefacto ante esa ruptura que no tendrá vuelta atrás, además que estando Raskolnikov y Razumijin que gusta de Dunia, se retira… bastante humillado…,. Es la última vez que estarán todos juntos; Raskolnikov por poco mata de la impresión a la mamá y a la hermana diciéndoles que se tiene que ir, Razumijin trata de detenerlo pero él le dice en el pasillo que se tiene que su partida es impostergable, que las cuide – es la locura en que se ve inmerso lo que hace de Crimen y castigo una obra irreprensiblemente pacifista. Su rechazo a la madre, la hermana, a Sonia…, a toda manifestación del afecto que, sintiéndose un monstruo, cree no merecer, es todo lo anterior un rechazo al romanticismo con que las artes perfuman el homicidio; claro ejemplo de ello son las miles, millones de entradas que vende cualquier película donde se sabe que va a correr sangre. Obviamente a nadie le gustaría ver la película del crimen que se cometió en su propia casa y es posible que la ira reprimida por la humanidad a propósito de tanto criminal, tanto crimen impune, sea precisamente la razón de que lo malos debidamente afrentados atraigan tanto sosegado espectador de su afrenta. La industria fílmica norteamericana maneja perfectamente bien esa fórmula; maneja, también, la fórmula de proyectar a quien en la vida real, por parecerse al de la película, pueda ser considerado el malo, de modo que haya en la calle no solo quien esté de acuerdo con la brutal ejecución de quien por su similitud con el villano que conspira para destruir el mundo, lo merece; además, tal propaganda, curiosamente similar a la propaganda nazi, como una sutil, mas, altamente eficiente fórmula de reclutamiento, genera ciudadanos dispuestos a llevar a cabo la ejecución. Crimen y castigo no genera debates acerca de si quien fue asesinada lo merecía o no (si acaso a Lisabeta, la hermana de la Usurera, se le concede una total inocencia), tal y como lo plantea en la locura de Ivan Karamazov, autor intelectual de la muerte de su mal padre; lo que verdaderamente importa es la oscuridad en que se abisma quien, fuera de todo lineamiento legal (aún pretendiendo ser El súper hombre del que habla Nietzsche, a quien su estructura de valores, su sentido de justicia social, no sin razón, autoriza a lo que, posteriormente, no solo él, también sus seguidores, hallarán correcto), quita una vida. A no ser que se trate de un monstruo, a quienes diseña, también con maestría, garantiza, como un axioma, el absoluto desvanecimiento de todo el sentido que pueda tener la vida propia; locura, prisión o la muerte, como un axioma -.

  Lo primero que hace es ir a ver a Sonia y tras una larga conversación teológica (ella era amiga de Lisabeta, la hermana de la vieja y ésta le regaló una biblia donde Raskolnikov le hace leer la historia de Lázaro) tras esa larga conversación le dice que si vuelve mañana le dirá quién es el asesino, lo que no sabe es que en la habitación contigua está escuchándolo Svidrigailov que como hemos dicho antes, hállase alquilado ahí…, a la mañana siguiente Raskolnikov va a la policía por “el asunto del reloj”, pero con lo que se encuentra es con un juego psicológico con el que Porfiri Petrovich pretende volverle loco para que él mismo confiese. Tiene escondido detrás de una puerta a “el hombre del batín”, el que le dijo asesino en la calle, ese hombre va a testificar el haberlo visto haciendo un escándalo exigiendo alquilar ese cuarto, pero el interrogatorio se extiende y cuando Porfiri Petrovich lo ha perturbado suficiente como para considerar que verle la cara a este testigo le causará un susto tal que confesará, sucede entonces que traen a un hombre que se está entregando por ese homicidio, uno de los pintores que estaba remodelando cuando Raskolnikov llegó diciendo que quería alquilar ese cuarto…, esto deja perplejo a Petrovich que ahora ni siquiera puede mostrarle a quien está detrás de la puerta, pero le dice que volverán a verse, que eso no se ha acabado… de ahí se va a la comida fúnebre…antes de que llegue Raskolnikov, Luzhin, que se hospeda en la misma pensión, está en su habitación conversando con el hombre con quien la comparte (Andrei Zemionovich) y Luzhin interrumpe la conversación para pedirle a Andrei que haga pasar a Sonia pues quiere mandar con ella el mensaje de que no puede asistir a la comida fúnebre por unos compromisos, que se disculpa por ello y le entrega, discretamente (casi en secreto) diez rublos en tanto miserablemente audaz, le siembra 100 rublos. En el banquete fúnebre ya está Raskolnikov y eso no terminará bien. La viuda del funcionario empieza a desahogar una ira resentida en contra de todos los ahí presentes; ella tiene una manía por el tema de la aristocracia de la que proviene y habla de lo farsantes que son todos ahí, sin excluír a la patrona; “gente sin linaje” y no sé qué. Todo esto deriva en un violento intercambio de palabras entre la patrona y la viuda, escándalo que viene a ser interrumpido por Luzhin. Este último viene a reclamar el billete que acaba de sembrar. Al aparecer el billete parece que no hay salvación para Sonia, pero Andrei Zemionovich se aparece y le acusa de ruin, de haberle puesto ese billete porque él lo vio y no le dijo nada creyendo que lo hacía por caridad y no para hacerle daño, a esta defensa se suma Raskolnikov diciendo que ese señor era el prometido de su hermana hasta anoche cuando ella rompió el compromiso y que ya les había enviado una carta diciéndoles que él había estado aquí dándole dinero a una prostituta, a Sonia, para desacreditarlo con su madre y su hermana y que esto no era más que otra artimaña para afianzar su punto de las malas costumbres que dice que tiene Sonia y tratar de reanudar el compromiso que le rompieron en la cara…y aunque no hay pruebas para estos testimonios Luzhin sale de ahí derrotado, Sonia también se va y Raskolnikov se va detrás de ella y la encuentra en su casa donde termina confesándole lo del crimen… en eso llega a casa de Sonia, Andrei Zemionovich para avisar que la patrona votó de la casa a Katerina Ivanovna (la madrastra de Sonia, la esposa de Marmeladov, la que estaba dando el banquete en honor de su esposo y empezó malamente a desahogarse con todos hasta desencadenarse la tempestad con Sonia y los 100 rublos. Esta escena fue muy emotiva, la señora defendió a su hijastra a capa y espada, fue súper emotiva la escena anterior a ésta en que retomamos…) con los tres niños, y ella ha perdido el juicio y anda por la calle haciéndolos bailar y cantar y pidiendo dinero. Sonia sale corriendo a buscarla, Andrei y Raskolnikov se van detrás de ella y la encuentran en una trágica escena de locura pública mofada por una turba (“un corro”, según la traducción) de toda clase gente estrechándose en torno a ella, ésto deriva en que se desplome inconsciente. La llevan a casa de Sonia donde por fin muere…, es ahí donde Svidrigailov vuelve a hacer acto de presencia y le dice a Raskolnikov que él se encargará de los gastos funerarios, que le dará dinero a Sonia, pondrá a los niños en un orfanato y por su parte, mejor aprenda a conducirse conmigo porque escuché detrás de la puerta la confesión que usted le hizo a esa muchacha, esto último para Raskolnikov representa un cambio muy violento…,.Vuelve a su habitación donde recibe la visita de Razumijin que entre otras cosas le dice que Dunia recibió una carta que la ha tenido preocupada pero no sabe de quién es, ella no lo dice…,. La carta le fue dirigida por Svidrigailov, delatando la situación de su hermano…, esa es la última conversación que tiene con Razumijin en libertad plena. Falta Porfiri Petrovich, el policía, éste le visita para decirle que sabe que ese pintor no es el asesino; se entregó…, es el criterio que maneja y le comparte el funcionario,… se entregó porque es ¡un fanático!, quiere ser mártir de Babilonia con o sin culpa, pero él no lo hizo. Exhorta a Raskolnikov a entregarse, a no ser cobarde…, las reflexiones del policía en esta conversación resultan harto interesantes, llaman a la reflexión pero ya las conoceremos cuando se haga la película, la última visita es de Dunia, por quien Raskolnikov sabe que efectivamente la carta es de Svidrigailov y el conviene con ella que entregarse es lo que debe hacer. Se despiden en la calle, Raskolnikov deambula por ahí, y avistando a Svidrigailov en un establecimiento se dirige hacia su última conversación con él también. En esta conversación le advierte que aunque haya oído la confesión y pueda denunciarlo, si se acerca a Dunia, él (Raskolnikov) lo matará. Cuando salen del establecimiento y se separan en la calle, Svidrigailov se reúne con Dunia en su habitación, ahí le muestra la puerta detrás de la cual escuchó la confesión que su hermano le hizo a Sonia. Su idea es seducirla con la ayuda que puede darle a Raskolnikov. En esta conversación se aclara lo que pasó en casa de Marfa Petrovna. Svidrigailov le dice que sabe que ella se sentía atraída por él a lo que ella responde que ¡eso no importa!, le aclara muy bien que ni siquiera lo ve como un ser humano, que sabe que fue él quien envenenó a su esposa, que él mismo le había dicho que había mandado buscar el veneno con que la mataría para irse con ella…sorpresivamente muestra intención de violarla y ella saca un arma, el arma de Marfa Petrovna puesto que siempre la había tenido. Él le dice que dispare y ella lo hace, dos veces, ninguna de las dos veces lo mata y aunque puede disparar una tercera tira el arma al piso dándole a entender que prefiere ser objeto del crimen que cargar con él pero que no lo quiere, que no puede quererlo ¡SÁDICO!..., esto desmoraliza por completo al hombre que le dice que se vaya de inmediato y esa tormentosa noche se va a casa de una prometida de quince años que tiene a las afueras de la ciudad, se excusa con los suegros porque debe ausentarse y les da 10000 rublos y les dice a ellos y a la niña que volverá pronto, de regreso se queda en una posada donde pasa la noche soñando, primero sueña con una niña en un féretro, se trata del recuerdo de una niña que él violó y ella se suicidó, luego cree despertar pero aún en la pesadilla sale de la habitación y encuentra a una niña de 5 años afuera, toda mojada y la mete en la habitación, le quita la ropa y la acuesta y la niña empieza a sonreír perversamente, como incitándolo, quedando de manifiesto su patología de violador, una alucinación de que es la mujer la que lo llama a hacerle daño. ¡Despierta!, era todo una pesadilla. Está amaneciendo, toda la noche diluvió y él se va caminando sin saber a dónde y termina metiéndose un tiro con el arma de su difunta esposa, la que recogió del piso después que Dunia la tiró. Resulta curioso que después del mismo hecho perturbador (¡el mismo!) se suicida también Nicolás Vsevolodovich en Los demonios. Por dicho, literario, patrón el mismísimo Sigmund Freud presumió que se trataba de una confesión que el maestro, atormentado, se forzó a realizar en dos de sus obras más portentosas.

Raskolnikov amanece en la calle, empapado. Había pensado en lanzarse al río, mas, no pudo así que corre a ver a Sonia quien es el último impulso que necesita (por sentirse amado por ella) para ir a entregarse.

...

III

Esposas, amantes de maestros, resultan igualmente pretenciosas y ya que bastante patanería, estupefactas, han de presenciar, simplemente se les concede… en su casa o donde sea que las lleven a lucirse. Eligieron bien o tuvieron suerte de ser elegidas; no podrían imaginar el haberse creído los cuentos de algún cuentero que bien seguro estuviese del éxito de su obra, mismo que al no ser alcanzado, fatalmente, trocárase en la desilusión que pretendiese ocultar montando en cólera por cualquier cosa excepto por aquella obra inédita que secretamente veía como a un ser querido en quien dolió mucho haber perdido la fé. Y aunque, por fortuna, la obra, inanimada, espera y al ser retomada, revisada, trabajada, nada recrimina, ello no obstante, creyendo en él, ella lo consideró su proyecto, su obra en proceso, misma que, no solamente fracasó, se encolerizó, también; nada festejó, mas, puso la torta.

En lo concerniente a un servidor. Hasta hoy he sido un servidor de ideas que me usan para expresarse, mas, no un servidor o, más propiamente dicho, un colaborador de publicación alguna. Es fácil hacer entender a una que otra figura pública (burocrática) involucrada en el área de la cultura, que no se aspira al reconocimiento de la propia obra para ser su amigo; es fácil que lo entiendan, lo difícil es que no se molesten. Soy íntegramente revolucionario; nada que, para mí, genere un beneficio, puede no beneficiar a otros. No aspiro ser una figura reconocida por las brillantes figuras con quienes sea visto…, espero ser influyente para un autor anónimo a quien conozca en la calle, ¡frito, pegado al sartén!, caminando esa tristeza expresada en sus papeles, su mundo portátil repleto de rudas y tradicionalmente mal pagadas faenas soportadas por amor a quien se piensa llevar a vivir en un palacio que flota sobre las nubes, mismo que tradicionalmente es derribado por la tristeza, la frustración, la ira que produce no poder alcanzarlo, siendo ésta última la causa de una espiral vertiginosa de atropellos y enmiendas, de un atropello por el que no habrá enmienda que valga y, en efecto, una separación por la que se verán fantasmas, lóbregos corredores a cuyas márgenes habrá, apostados, numerosos maniquíes con escalofriantes sonrisas petrificadas… y habrá que ver…,. Quiero publicar, ser influyente para un Raskolnikov cualquiera que decida creer en su idea fija, más aún si ésta, con algo de la ayuda que todos en algún momento necesitamos, sobrevive.                    

11 de agosto de 2020

 




Contra Picao

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