lunes, 29 de enero de 2024

Festival

 Macro revolución en Micro (2009)



Contra picao (2013)




La máquina del tiempo (2021, reeditada en 2024)


¡Despierta! (2022)


Soy un vago (2023)



jueves, 25 de enero de 2024

Sinopsis inconclusa

 

                Sinopsis inconclusa

Emiliano Trujillo Sánchez 




 A finales de 2008 mi ex pareja y yo deliberábamos a propósito del guión cinematográfico que fuese más apropiado, rentable, patentar. Un par de sinopsis había desarrollado y consultándolo con ella fuí objeto de sus increpaciones a causa de lo inconclusa que se hallaba una de mis propuestas. "¿Vas a patentar una historia sin final?" Ante tal embestida de sensatez hube de aceptar que para una de ambas ficciones no tenía, ¡sigo sin tener un final!. No obstante ésto, quisiera compartirla, tal y como la escribí 13 años ha.


( Quiero ahora escribirlo todo, y si no me proporcionase yo a mí mismo ésta ocupación, me moriría de tristeza. Todas éstas pretéritas impresiones me ponen a veces en trance de pasión de tortura. Bajo los puntos de la pluma adoptarán un carácter más tranquilizador, más sereno; se harán menos semejantes a un delirio, a una pesadilla...El sólo mecanismo de la pluma es ya beneficioso: calma, enfría, despierta en mí los antigüos hábitos del literato, convierte mis evocaciones y ensueños dolorosos en un trabajo, en una ocupación...(Cap. II)

...

¡Claro, no tengo pruebas! Me hacen falta documentos que no poseo...(Cap. XIII)

F. Dostoyevski

Humillados y ofendidos


...hacía tiempo que nos hostigaban. Yo había perdido mi teléfono, de modo que era M*** quien recibía el alud de llamadas y mensajes de texto. Es posible que no habiendo perdido - lo vendí - mi teléfono celular, posiblemente, ni aún así hubiese sido yo el hostigado; era ella quien les representaba una amenaza; nos conocimos y al poco tiempo, ora porque “fué amor a primera vista”, ora debido a cierta prosperidad que yo, entonces, proyectaba, misma que la hizo convivir conmigo el tiempo suficiente como para, fatalmente, verse involucrada en todo lo que, sin que lo viéramos venir, avecinábase; nos conocimos y al poco tiempo “todo se puso intenso”, empecé a pasar mucho tiempo con ella en la casa donde, entonces, vivía; les desesperaba no tener acceso a aquel espacio ¡y cómo llamaban...hostigaban!. Así fué que sucedió..., una llamada entrante a altas horas de la noche, por indignada sugerencia mía, no fué respondida y se trocó en un mensaje de voz que M*** me dió a escuchar: “M*** tráemelo... ¡devuélvemelo!” decía la voz de mi madre haciendo que se me revolviera el estómago por la brutal indignación de que se refirieran a mí como una propiedad en disputa. 




Mi madre llamaba presionada por el viejo, quien, a su vez, era presionado por diversos factores. Mi abuela, en primer lugar, consideraba nuestra relación una inmoralidad insultante, por otra parte a mis padres les fué asignado un apartamento en una de los conjuntos residenciales construídos por la misión vivienda, en Caracas. A propósito de esto último, he de aclarar que la humillación, el calificativo de intrusos, nunca, desde mi infancia, nunca fué algo de lo que me viera exento. Mi abuela se quejaba y lo único de lo que yo, en la infancia, no participaba, era en lo que parecía ser una contienda únicamente librada por mis padres, quienes, como a una diosa pagana, rendían a mi abuela, cada uno, el chisme que al otro pudiese dejar mal. Posteriormente descubrieron que “un muchacho trastornado” era el depositario perfecto, la mejor pantalla en que podía proyectarse todo lo que pudiera llamar la atención de “su ilustre severidad”


Es un hecho que victimizarse consta de dos polaridades: hay quien se siente víctima y se hace daño; se autodegrada contando con el sentimiento de culpa que tiene la ilusión de proyectar en quienes, precisamente por rechazarle, evitarle...también le obsesionan; proyecta una decadencia para la que ya tiene señalados “unos culpables” cuyo deber - así se lo figura - es aceptar su culpa. Es la polaridad más patética. Le viene en saga la victimización de quien se vale de ésta última para justificar su constante, victimaria iniciativa, ¡su maldad!. Dado que mi actitud de víctima, desde muy temprano, consistió en la primera de las dos anteriores - quería lucir desesperado, atrapado por la droga - para mis padres no resultó difícil hallarle a ésto la mayor utilidad. Me volví, de forma voluntaria, un miembro que, para mi familia, ni tan buena ni tan mala, ¡normal!..., me volví para ellos un miembro que debía ser amputado... incluso lo acepté. Creo que los especialistas deberían empezar a manejar el concepto de una autodegradación que podría, más tarde, no ser otra cosa que un bochornoso, subterráneo recuerdo - ante el título Memorias del subsuelo, con honestidad, esperaba una sordidez sensacionalista en la narración que al título venía en saga; tratóse, más bien, de un hombre tan incapaz de manejar el rechazo de unos conocidos que se dedicó a seguirles al establecimiento donde les arruinó la velada. Más tarde humilló a una prostituta, mas, aquello fué un reflejo, una proyección externa de lo que internamente se había hecho a sí mismo, había sido ultrajado por una suerte de sombra que desde su pensamiento, su propio sentir, pensó que un rechazo externo debía significar su propia inexistencia o lo inaceptable, asqueroso, irritante de ésta. Tratábase de un retrato del subsuelo psicológico que puede ser tan profundo y aterrador como el más lóbrego rincón de nuestra ciudad... - y quien de tal memoria se hallara embestido no podrá explicarse qué aberradas maromas hacía, entonces, su química cerebral. Deberían, los especialistas, en numerosos casos, cuidarse de la expresión: “Cuadro irreversible”. Asimismo habrá quien no tenga ni la más mínima idea de por qué hizo algo que, le guste o no, es groseramente ilegal, ¡fuera de todo contexto razonable!. Hay, también, quien recuerda en detalle las cosas que ha hecho, ¡lo dice, incluso!, mas, confunde conciencia con memoria. 


Me hallo plenamente consciente de la “vergüenza ajena” que mi patética actitud desencadenó y sigue desencadenando en mi entorno, mas, la vergüenza nunca es ajena. Quien se avergüenza de lo que ve hacer al otro, en numerosos casos, digo - a nadie pretendo hacer creer que manejo alguna “verdad absoluta” - identifica en éste su propia vergüenza. Posteriormente, dado el sufrimiento que “la vergüenza ajena” le causa, pretende ser la adolorida víctima cuyo impulso destructor del origen - el otro - de su dolor, siente, con sosiego, justificado. Es mi teoría referente al odio que veo dirigirse hacia mí, tanto a donde yo mismo voy como a donde van a buscarme. Conforme más desprecio se me manifiesta, harto más seguro se estará de no compartir mi vergüenza, la cual, dicho sea de paso, ha de ser aterradora en más de un espejo que no es el mío; espejos donde, puede ser - hay que cuidarse, no siempre calificar de irreversible toda inconsciencia- puede ser que se vea con vergüenza la misma cara que se ha proyectado en palabras, acciones vergonzosas de las que no pienso ser víctima; cada quien lo será de su propio espejo, ¡lo siento!. 


Por las dictaduras que vivió, los atropellos..., mi abuela es cruel, prejuiciosa, siente pánico al “qué dirán”, a “lo mal visto”. Tan mal como sabía que otros la verían, así de mala consideró la relación que M*** y yo teníamos y sintiéndose víctima de una inmoralidad que, por miedo a ser asociada (mal vista e irremisiblemente comentada) con ella, se apresuró a condenar. Sentenció que mis padres, por ser responsables de mi existencia, eran también responsables de la inmoralidad que “esa mujer” y yo estábamos cometiendo. Por ello, así como, años atrás, les asignó la ineludible tarea de encerrar su error, en este caso - consciente del obstáculo que M*** representaba para mi inmediata reclusión - instruyó que se mudaran al apartamento que el gobierno les había asignado. 


No querían irse; no habían querido irse unos meses después de instalarse, como pareja, en la casa; tanto menos querrían hacerlo veintitrés años después. Aquel apartamento había sido un giro inesperado, como la jornada que el desocupado espera no encontrar cuando sale a buscarla. Habían asistido a la ceremonia de entrega de las llaves, habían trasladado nevera, cocina, etc, mas, no habitaban, no formaban parte de la comunidad. Tan solo mi padre, como si de una casa de verano se tratara, pasaba en esta los fines de semana. Es lo cierto que creían ser mis víctimas, creyéndome el causante de que no pudieran estar tranquilos en la casa que no era suya, sintieron justificada la vehemencia con que hostigaban a M***. 




Volviendo a la noche de la llamada telefónica y el mensaje de voz que tanta impotencia me hizo sentir. Volviendo a ésto, pasemos a lo sucedido unas horas después, casa de mi abuela.

Había salido temprano acordando con M*** vernos ahí luego de que ella hiciera unas diligencias. Mi padre, cuando llegué, estaba sólo, al final del corredor que, desde la puerta de entrada, comprende recibo y comedor, con las puertas de las tres habitaciones alineadas al costado derecho de este espacio en que reciben a la vista un sofá, unos sillones, a continuación una biblioteca de anchas repisas de cristal haciendo las veces de tabique delimitante de recibo y comedor, la mesa rectangular circundada por seis sillas, a un costado de ésta, la ventana y la puerta, ésta última siempre cerrada que comunica con el patio lateral externo..., al otro costado del comedor un zayd boh pegado a la pared que separa la segunda de la tercera habitación. Al fondo de este corredor, cerca de la tercera puerta, estaba mi padre quien luego de verme de reojo clavó la mirada en el piso abismado en las maquinaciones que debían incluir su satisfacción “porque hubiese mordido el anzuelo”, porque hubiese salido de aquel sitio al que tanta impotencia les generaba no tener acceso. Mis gritos no se hicieron esperar, tampoco los suyos negando saber de qué le hablaba, afirmando que eso era “un delirio”, disfrutando a plenitud aquella oportunidad...,. Sucedió entonces que M*** apareciera y congelada en el umbral vió cómo mi padre clavaba su mirada llena de odio en ella en tanto yo la veía por encima del hombro. Su aparición hizo que mi padre olvidara el guión, el programa que, para sus fines, debía seguir. Empezó a increparla desde donde estaba “por ser la causante de todo esto”. Ignoro en qué momento me distraje, mas, él avanzó hacia ella increpándola y alzó de pronto ambas manos, ante lo cual, impelido por una fuerza inexplicable, de un salto me coloqué entre ambos. 




• ¿Qué pensabas hacer? - le pregunté con una expresión entre desconcertada y asqueado por lo que, fugazmente, había podido discernir. 


El viejo, caminando de espaldas, hacia la puerta, nos veía fijamente, abismado en la contemplación de lo que había sido un lapso en su juicio, en lo que podía ser la abominable referencia en cuya contemplación se abismaba. Pensando, pensando..., llegó a la calle.




• ¡No vas a hacerle nada a tu mamá! - exclamó a voz en cuello, de modo que cualquiera pudiese oírlo




Siendo el caso que por poco se repite lo que cierta escritora, luego de que yo se lo refiriera, tituló: El cuento premiado. Fueron, mis padres, directamente a la policía y me denunciaron - mi madre tuvo que dar fé de tal acusación - me denunciaron “por haber llegado a la casa con un palo diciendo que mataría a mi madre”. Más tarde, aquel mismo día, M*** recibiría una llamada en la que mi madre le notificaba que “ya no les importaba que estuviese ella de por medio...que la policía tenía órdenes de aprehenderme”. Tal notificación a M*** le pareció tan absurda como patético le pareció mi desvanecimiento ante lo que se apresuró a explicarme: “Cuando alguien te denuncia” empezó a decir conteniendo una risa nerviosa que más tarde se volvió llanto por verse atrapada en la trama de tan horrenda patología familiar, “Cuando alguien te denuncia debe llegarte una citación. Tú vas, va quien te denuncia y se oyen ambas partes. Nadie va, denuncia y con la denuncia dictamina la culpabilidad del denunciado que inmediatamente pasa a tener boleta de captura, ¡eso es absurdo!, ¡es facismo!, ¡es violación de derechos humanos!, no te ven como a un ser humano, eres una presa, te están cazando...¡carajo!”.


Al decir que El cuento premiado por poco se re edita, lo digo puesto que Matías, ya desde hacía tiempo embelesado por ella, por su presencia, hizo el sacrificio de hospedarme en su casa el tiempo que hizo falta para que mis padres comenzaran a inquietarse, a volver del nuevo - más prolongado - lapso que había tenido su juicio y a reflexionar acerca de una denuncia por difamación e injuria que si no me empujaba a realizar, ella misma lo haría. Presumo que, sin decirme nada, se los advirtió o alguien más lo hizo, les dijo lo que ella podía empujarme a hacer o hacerlo por su propia cuenta, en función de su propio desagravio.


En efecto, devolvieron las facturas de los recaudos que M*** ya había cancelado en el Servicio Autónomo de Propiedad para la obtención del copyright de mi libreto, ya que estas facturas, la carpeta en que se hallaban, la habíamos olvidado en la casa el mismo día del “suceso histórico”, mismas que le negaron la noche que fué a discutir los términos de “la entrega”. En arrogante actitud, en medio del lapso que su juicio sufría, la recibieron con una suerte de regaño por haber querido impedir lo inevitable 




• ¡Cuidao con ésta! - exclamó mi padre - ¡Cuidao con ésta, es delatora! - Dicho ésto caminó hasta la cocina repitiendo, degustando lo que acababa de decir




Mi madre, por otro lado, con el mentón alzado y los ojos entornados, cual si viese todo desde otra altura, le dijo, cuando se las pidió, que no devolverían las facturas 




• Cuando él haga su tratamiento - dijo sacará registros, hará películas... ahorita no está para eso, así como no estaba para tí, mira toda la crisis psicótica que le desencadenaste; las relaciones, para él son detonantes de crisis, está enfermo y... - en este punto alzó la voz ya que mi abuela en su habitación escuchaba todo - así tengamos que alquilar una habitación en tanto resolvemos todo ésto, lo haremos. No voy a abandonarlo ... - 


• ¡Y que me lo ibas a impedir! - agregó mi padre - ¡pués ahí tenemos la cuerda para amarrarlo! - 




Nuevamente dió media vuelta y regresó a la cocina rumiando, extasiado, lo que acababa de decir. Finalizó con la barbaridad siguiente: 




• ¡Anda por ahí con esos papeles, creyéndose una gran vaina, quiere discutir con todo el mundo... nadie lo quiere! - 




• ¡Yo si lo quiero! - le atajó M*** con los ojos desbordantes de lágrimas. Esto último a mi padre hizo enarcar las cejas; no lo vió venir. 




• ¡Yo lo sé, hija! - empezó a balbucear - por eso necesitamos que nos ayudes... él necesita su tratamiento, ayúdanos a ayudarlo... yo sé que tú lo quieres - concluyó esbozando una falsa sonrisa y tanto ha de haberle costado que le tembló un párpado. 




Como ya he dicho, al final de aquella jornada de ilegal persecución, lo primero que hicieron fué devolver las facturas que habían retenido. Lo siguiente que hicieron lo que han estado haciendo...: guardar silencio a la espera de que les mencione algo de esto para decir que se trata de un delirio; ellos viven con eso. Y te aseguro que si les preguntas cómo lo hacen la explicación tendrá bastante sentido. 




Lógicamente, yo también explico mi condición de “mantenido...indemnizado por mis enemigos”. Me lo explico a mí mismo y tras minuciosas reflexiones...)

2008


No pocas han sido las personas a quienes he dado a conocer ésta materialización de un mundo bizarro, completamente adverso a la realidad y, sin importar mi aseveración de ésto último, no pocas han sido las personas escandalizadas ante la contemplación de posibilidades tales como que fuese, mi sinopsis inconclusa, un documento difamatorio para mi familia...,. Nada más lejos de representar, para mí, alguna clase de riesgo; pregúntele, quienquiera que usted sea, pregúntele a cualquiera de mis ex compañeras, pregúntele si no son amigas de mis padres, de mi familia y numerosas personalidades de la comunidad en general. Pregúntele si no es a mí, de hecho, a quien no desean ver, cito: "¡Ni en pintura!"


Emiliano Trujillo Sánchez

San Antonio de Los Altos

2021