jueves, 21 de diciembre de 2023

EL PATIO DEL MANICOMIO

 El patio del manicomio 


Emiliano Trujillo Sánchez


A la memoria de Yender Pirela Castillo





¿Qué otra cosa puedo hacer?

Si no olvido, moriré

Y otro crimen quedará

Sin resolver"

Ceratti


Así es la puta vida

En éste mundo cabrón

Aparece algún macarra

Y todo se acabó"


La polla record




"... rasgó el aire un alarido horrible y le vimos abrir los brazos y desaparecer sorbido por los tiburones...la Niña... abría y cerraba velozmente una de sus manos en cuya palma ví lucir varias monedas de oro...y doblándose sobre la borda las arrojó lo más lejos que pudo. En seguida volvióse a mí con gentil escorzo de todo el busto

- ¡Ya tiene para el flete de Caronte!...-."


Valle Inclán


Sonata de Estío




I




       "No quiero problemas, yo me voy pa la casa" dijo el maracucho de catorce años al ser abordado por el grupo de adolescentes que según testigos y una cámara de circuito cerrado ya estaban al acecho, furtivamente posicionados en torno al punto donde aparecieron el jovencito y otra joven de unos diez y siete años a quien el circuito cerrado y los posteriores testigos identificaron como quien, minutos antes había estado ahí en compañía de los mismos adolescentes de su edad con los que fué vista, captada en video, concertando algo...,. "Estaba enamorado" declararon posteriormente la madre del adolescente y su abuela, siendo ésta última quien estuviese en casa al momento en que la voz de la joven irrumpió en ésta pronunciando a gritos el nombre del muchacho quien, presuntamente enamorado, salió al porche prácticamente de un salto. Lo siguiente que la voz, de nuevo irrumpiendo en toda la casa, solicitó al adolescente fué que saliera, que tenían que hablar una cuestión "Eso es aquí mismo, abuela. Tranquila" dijo el muchacho puesto que su abuela de inmediato le dijo cuán tarde era. No queriendo ser grosero ni dejarse abochornar, profundamente urgido por abordar su mundo de ensueño, salió corriendo, por última vez, de su casa. 




       La razón aún se ignora. Es lo cierto que fué embestido por los jóvenes con quienes, minutos antes, la muchacha se había concertado. Salieron de donde fueron vistos al emboscarse, salieron como lobos cuya manada rodea una presa. "No quiero problemas, yo me voy pa la casa...". De un empellón le arrojaron contra la acera. Después de algunas patadas, algunos golpes más, uno de ellos le aplicó una llave que ha de haberle sofocado lo suficiente como para que resulte prácticamente inexplicable el acopio de fuerzas que, para volver a la casa, hubo de hacer; llevaba el cráneo abierto por los golpes y el impacto con la acera y además le habían sofocado lo suficiente...




       Llegó a la casa, al porche donde se dejó caer en un sillón. No queriendo ser visto, que se le viera la desilusión, misma que debió dolerle más que los golpes, sintiéndose avergonzado con la casa y quienes en ésta jamás le hubiesen hecho daño, sintiendo agraviada la casa y al resto de sus habitantes, se dejó caer en el sillón donde, presumiblemente, quiso que aquello se le pasara antes de franquear el umbral. Por jamás haber sido estrangulado de esa forma desconocía el efecto desvanecedor de la falta de oxígeno. Se hallaba en medio de un inusual, por demás, desagradable trance. Sentíase desvanecer en tanto los dolores del impacto contra la acera y los punta pié se incrementaban; sentía que tales dolores se lo llevaban. Temeroso de ello, queriendo vivir, despertar al día siguiente avergonzado de sí mismo porque le hubiese tocado a él, por no ser grande y fuerte, por ser él mismo , de quien se hubiese avergonzado. Por sufrir en silencio una desilusión que le pusiese de un humor sombrío, que, por el odio injustificado, el sadismo practicado en él, le deprimiese, quizá, y le dejase abstraído, viendo cualquier cosa en tanto pensara cómo justificar eso de no querer salir de casa . Queriendo tener la esperanza de que el corazón roto de alguna manera sanaría. Queriendo éstas y tantas otras cosas, ¡queriendo vivir!, ahí quedó.

...

29/12/22; fué asesinado el 25 de Diciembre, solo cuatro días antes de que un servidor fuese puesto al corriente de lo sucedido.





II


"La verdad es que, como en las demás cosas, en ésta hay que mirar el tiempo y el modo y con quién se habla, porque a veces sucede que, creyendo alguna mujer o algún hombre, con alguna fracesilla aguda, hacer sonrojar a otro, no habiendo bien medido sus fuerzas con las de quien sea, aquel rubor que sobre otro ha querido arrojar, contra sí mismo lo ha sentido volverse"


GIOVANNI BOCCACCIO


Cuentos del Decamerón


Aunque inevitablemente al verse uno rechazado por una mujer, dado que la tal, con miras a hacerse notar, no perderá un sólo segundo en hacer uso de la fallida pretensión, ridiculizarla, calificarla como el irrespeto, la locura de un loco que debería estar en un manicomio - suele pasar -, el delito de un delincuente que debería estar preso, la ilusión de "un iluso que tamaño lujo no puede darse", etc..., inevitablemente desea uno ligar de inmediato con alguien más. Ello no obstante, hace falta disciplina en el ejercicio de la tolerancia, el procesamiento de la frustración; no pocos "ilusos", "locos", "delincuentes", etc se dejan caer en un profundo trance de presunciones tales como que son muy feos, están muy locos, les tienen un trabajo montado y numerosas monsergas por el estilo; "Estás salao, tal y como te quieren ver. Te quieren ver sólo, tal y como estás. Quieren poder decir que estás quebrado, sin tabaco y lo estás. Quebrado no hay tabaco ni amigos ni citas. Estás tal y como te quieren ver para decirte, con la sonrisa prensada, cómo te ves, para comentarlo en sus mal habladas tertulias. Tienes que activar una contra, romper el maleficio; necesitas algo, a alguien que les dibuje una expresión desconcertada cuando la vean contigo, cuando te vean en posesión de alguna cosa que valga mucho. Tienes que vengarte. Que la satisfacción pase a ser tuya y el dolor sea de ellos, por tu satisfacción. Tienes que hacerlo, mas, no lo has hecho. La satisfacción, hoy, será de ellos, otra vez. A donde vayas, hoy, te estarán esperando...", tal es el caótico pensamiento de quienes no leen y, quizá, seguramente, se drogan. Simplemente se trata de una, dos... diez o más personalidades que anhelan proyectarse y dada su pusilanimidad, lo frustradas, iracundas que, por alguna razón desconocida, se hallan, sabiendo que no habrá una mejor oportunidad, una mayor hazaña, prenderán la mecha cuyo extremo opuesto se halla pegado a un barril de pólvora; querrán volar en pedazos el mundo, la vida de algún escritor de cartas de amor. Conocí a uno en el manicomio donde solían encerrarme por las drogas que me negaba a dejar de consumir; en 1978 su mamá recibió, de otra señora, la queja de que su hijo le había dicho, en una epístola, cuánto la amaba; supe ésto en el año 2004, aún estaba allá y suponiendo, en favor de la madre, incluso de la otra señora, suponiendo que estuviese loco, aún así, todo empezó por la amenaza de una mujer a otra de sacar a la luz algo que podía ser "mal visto". Tomemos en cuenta que se trataba de personas nacidas a principios del siglo XX, mas, dados los datos, por medio de la presente, aportados, puede presumirse que ningún comportamiento retrogrado pertenece a una época lejana; camina atraves de la historia en sus aspectos más vulgares.


No escribo ni ruedo producciones audiovisuales contra la droga con miras a tapar un pasado, incluso un presente que pudiese no resultar encomiable. Lo hago para comprometerme con la sobriedad que es la magnánima prueba de cuánto vale mi trabajo. Por otra parte, me confieso vicioso de hacer públicas demostraciones de vida propia, una vida que no alberga en su memoria episodios de homicidio, violación etc. Camino por las calles sin temor a que me pidan la cédula; sin temor a no tener, a haber perdido la razón.


Aunque quizá, señora, tenga usted razón y para que un mensaje le llegue no hay otra explicación: LOCURA; hay que estar loco para sentirse constantemente atraído por sociópatas. Ya superé a la droga, el alcohol, a la mala maña de empezar un libro y no terminar de leerlo. Mas, debo trabajar en ese loco aspecto que sigue haciendo famosas a ... ¿Quiénes? ¿Quién es usted, señora?


Aunado a todo lo, más arriba, referido, están los viejos, ávidos de la juventud que al serles imposible recuperar desean vivir atraves de hombres jóvenes que les pongan al corriente de chismes irreproducibles a no ser que se trate de un hombre viejo, frustrado que automáticamente repetirá las irreproducibles palabras de un hombre joven que comparte su aversión, su frustración ante cualquier señal de vida propia, felicidad y, por ende, hace cuanto en su poder esté para destruirla, borrarla de la expresión de alguna mujer, algún hombre a quien el nombre de esa mujer pueda doler . A éstos viejitos y no pocos muchachos, una, cualquier señora que desea destruir a un hombre, le viene como anillo al dedo. Tratándose de gente mayor, entre ellos se entienden; nada satisface más a un viejo envidioso de la juventud de un hombre que una mujer cuyas intenciones abarcan un espectro tan amplio que resultaría tedioso referir todas o unas pocas, le expresa su aversión por "algún loquito". Siendo el caso (el axioma) que finalmente no se sabe quién le paga prote a quien. Suele darse entre maridos y esposas tal dinámica, mas, igualmente amplio resulta el espectro que abarca su iniciativa (la de ambos) de abordar el tema de vidas personales ajenas. Terreno (sus personales, privados motivos; lo que intentan insinuarse o negarse entre sí), por demás, peligroso...,. Es lo cierto que apartando la guerra y las enfermedades no hay peor infierno que el de vivir en la vulgaridad. Cualquiera termina loco; en una cárcel, un manicomio, en el cementerio por una mala muerte a la que se precipitó como un autómata que no leía y, quizá, seguramente se drogaba.


Hay guerra y pestes en el mundo. Vale la pena respirar todas las veces que hagan falta antes de precipitarse a un escenario, a una escena vulgar sencillamente por haber sido invitado y no haber creído que valía la pena respirar todas las veces que hubiesen hecho falta




III


"Yo he de escribirle a usted muchas cartas todavía...¡Si ahora es cuando empiezo a tener estilo!...Pero ¿qué hablo de estilo? yo le escribo a usted al tuntún, sin saber lo que escribo, porque no lo sé, no señor, yo no repaso lo que escribo, ni lo enmiendo, ni nada. ¡Yo escribo únicamente por escribir, por escribir cada vez más!."


F. Dostoyevski


Pobres gentes




¿Qué tal si la droga fuese como una mujer que en determinante correspondencia dijese: ¡No quiero que me vuelvas a escribir!!!!!?. Poniendo así en evidencia lo infructífero de todo cuanto se le haya podido remitir, buscando, honestamente, alcanzar su presencia física en el tiempo y espacio que por su respuesta fuese propuesto o aceptado. Una respuesta como la ejemplificada o más bien, documentada (es real) en el principio de éstas líneas, bien pudiese ayudar al vicioso de redactar y remitirle los cuentos, poesías, filosofías y demás pendejadas que hayan podido exasperar a la destinataria. Muchos no desisten y el fondo suele obscurecerse todavía más. Pero alguno habrá que, sentado en su silla, inmóvil, cual si hubiese brotado de ésta, le busque nombre, concepto, al hondo vacío que desde su estómago le succiona el aliento; debiéndose esto a la inconsciente falta de respiración, mientras leía el ultimátum que le fue remitido.


  Habrá quien busque de normalizar la función de sus pulmones e inmediatamente se figure todo cuanto necesita seguir escribiéndole…, habrá quien se figure tanta redacción de la que no resulta ser más que un vicioso, habrá quien se figure su vicio como un aberrado monstruo que ya le condujo a éste fondo del que preferiría no conocer mayores latitudes.


Por esa misma razón, habrá quien, dolorosamente, “currando”, descarte los motivos que puedan ocurrírsele…, (y lo harán, se le ocurrirán, el monstruo persistirá en su pugna por ser el impulso autómata que responda)…, habrá quien, dolorosamente, pasando trabajo, “currando”, descarte los motivos que puedan ocurrírsele para una, al menos una copla más.


   Sobreponiéndose al sin sentido de su propia existencia, aquel en que su enfermo pensamiento, patéticamente, le hiciere reflexionar, buscaría en qué ocupar su tiempo. Desmontaría su propio deseo de no ser visto en público y saldría a la calle. Daría saludos cordiales a quien considerase que los mereciera, y así mismo se los negaría a quien su consideración de algún hecho pasado le formulara el criterio de que no lo merece. Bajo su propio riesgo, confiaría o no en sus semejantes, cada uno desplazándose o estacionado en la vía por la cual caminaría, conversaría breve o largamente con aquellos que de su mayor confianza gozaran. Se formularía ideas, proyectos para el futuro, pondría las manos en alguna obra, viviría. Y con el tiempo le gratificaría saber (con certeza) que ha dejado vivir en paz a quien le hizo destinatario de un ultimátum.


   Necesario resulta no perder de vista el tema de la recaída. Habrá quien, al dar testimonio de su rendición ante la conciencia de ir cayendo vertiginosamente por un abismo de descontrol masoquista, y por haber recibido de Dios la fuerza requerida, la fé para soportar los inevitables tormentos del pensamiento aberrado, aquel que inmediatamente se dio a la tarea de censurar, cuestionar la fé en que todo aquello pasaría, tal y como fue, ¡se detuvo!. Habrá quien le rinda culto a un poder sobrenatural, infinitamente superior al abismo viviente de cuya derrota da testimonio, y sin embargo, deba confesar, no uno, varios, muchos ultimatums que no le rindieron ante la conciencia de estar “haciendo lo malo”.


   Es Domingo, y como cualquier otro día, Charly Valdez barre las hojas que durante la noche cayeron de los árboles, en el patio del manicomio. Se encuentra éste (el patio) al pié de las cuatro alturas que le rodean. Las ventanas del comedor, el cual yace sobre una loma que se precipita hasta ser contenida por una tapia de baja estatura que sirve de espaldar a quienes se sientan en el gran banco de concreto, último escalón para el descenso desde las ventanas del comedor hasta el rellano final, nuestro patio. Delante de este banco de cemento, con el patio (a lo ancho) de por medio, se levantan, no uno, dos escalones similares, como gradas que ascienden a otro rellano donde los enfermeros montan guardia. Paralelo a éste rellano, al patio en su totalidad, se extiende un corredor, la entrada e igualmente la salida del manicomio. Al entrar o salir de ahí. Se camina entre la reja que marca lindero con el rellano en que se monta la guardia más importante, entre dicha reja y una altísima pared, camina bajo el cielo, quien entra o sale del manicomio, bajo la inquieta mirada de quien sea que se encuentre en el patio. Dos alturas más completan su encajonamiento; a la misma altura del comedor, diagonal a éste, se extiende un corredor, con las puertas de las habitaciones alineadas una detrás de otra, como un hotel. Delante de las entradas (sin puerta) a las habitaciones, de por medio el corredor, una balahustrada de balahustres y pretil igualmente labrados a un estilo que hace pensar en la antigüedad de la casa; entre las columnas labradas que se alzan del pretil figura el enrejado dispuesto para impedir la fuga de los pacientes "a través de una foto vieja". Sacando los brazos entre las barras de hierro y aplastando la cara entre dos de esas mismas barras, se obtiene la tercera visión, en picada, del patio del manicomio, en cuyo extremo final nos espera la cuarta altura, que resulta imposible ver desde ahí debido a la verde marea que son las ramas y hojas de los árboles, balanceándose suavemente sobre la casi totalidad del patio. Al extremo final se alza una pared con una pequeña puerta de metal en medio de los ladrillos que hacen pensar en tiempos remotos, inimaginables para quien solo sabe que la arqueada estructura de barro cocido tiene que haber sido un puente, que la pequeña puerta, en ostentación de su candado anti cizalla, debe conducir a algún espacio sub terraneo de la antigua parroquia donde el porche de no pocas viviendas produce la misma impresión, la de ser un porche, una vivienda subterránea de la antigua parroquia donde se encuentra el manicomio y, obviamente, aquel patio, visto con indiferencia por la quinta altura, los árboles para los que se dejó el recuadro en medio del piso; es posible que haya sido el cauce de una quebrada...


   En tiempos remotos, no como los de la construcción y familiar habitación de la fantasmagórica estructura colonial del manicomio; en 1.979, Charly Valdez conoció las instalaciones de la casa que en su función de manicomio le había estado aguardando desde 1.954.


   Era un muchacho entonces, le había escrito a “una señora”, diciéndole que estaba enamorado de ella. La señora fue a decírselo a su mamá, quien inmediatamente lo encerró allá.


   De modo que así como la droga no da ultimatums, aguarda en silencio a quienes desesperadamente la buscan, la encuentran y acaban en cárceles, manicomios o el cementerio al que una mala muerte les conduzca, así mismo hay mujeres (perversas matronas de ayer y de hoy), que guardan la carta del muchacho enamorado, como evidencia de su crimen, aquel por el que se dan a la imperiosa tarea de hacerle pagar.


- Y mi mamá… ella se asustó y me trajo pacá- dice Charly.


Es noble, no la culpa. “Eso se vió muy mal”, sigue diciendo.


   “Lo mal visto”, con diferentes caras, era y sigue siendo el mismo fantasma en la psiquis de una ciudadanía, históricamente, paranoica por las innumerables guerras civiles que hasta entonces persistían. Las guerrillas urbanas habían sido prácticamente neutralizadas, pero se sabía de sobra lo que, durante la década de los sesenta y aquella última, le había ocurrido a quienes fueron mal vistos por lo que dijeron, o aquello en lo que se involucraron. La madre de Charly Valdez tuvo miedo, no de que lo vieran mal, puesto que ya lo habían hecho, “la señora”, rabiosamente, se lo hizo saber (le dio un ultimátum) y ella, la madre de Charly, tuvo miedo. En breve, si no ponía el reparo que la matrona, rabiosamente, le había exigido, en breve sería mal vista, mal comentada como alcahuete de “algo mal visto” en lo que irremediablemente se vería involucrada. Desconocía los cargos que fuese a presentar la denunciante o sus derechos como denunciada. Simplemente tuvo miedo, y en 1.979, Charly Valdez ingresó al manicomio.


- ¿Y cuándo te vas Charly?-


- Yo no me quiero ir, estoy tranquilo-


  Alguien lo recordará escuchando una canción de Sui Generi:


“Hace…años que estoy aquí


Y no quiero salir


Ya no paso frío y soy feliz


Mi cuarto da al jardín


Y aunque a veces me acuerdo de ella


Dibujé su cara en la pared


Solamente muero los Domingos


Y los lunes ya me siento bien”


    Por encima del corredor de altas rejas, (la tercera altura), se asoma un pedacito del Ávila, e indiferente, como los árboles que por las noches sueltan sus hojas como bombas inofensivas, el hotel Humboldt mira el patio del manicomio. Es Domingo y como

 cualquier otro día, Charly Valdez, ajeno a la censurable dialéctica de los fantasmas del pasillo, barre las hojas que cayeron por la noche.


Emiliano Trujillo Sánchez